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13.07.2017

El viaje se está cocinando continuamente, se reordena en las probetas del cerebro cuando enlazo trazos.

A Theroux, por aquello de que el viaje sólo es glamuroso cuando lo ves desde la distancia, me sumo yo, que para eso lo vivo en propia carne; y al regreso trágico de Sócrates y Zaratustra también. Con el mercado ideológico así, como está, con esos tres y un cuarto organizo yo una timba en un pliki.

He ido modificando la idea espinal para que se adaptase al terreno como un camino, sonando igual pero con timbre y armonía más afinados, zumbando por el ambiente como un moscardón que hace temblar el suelo. Latido, como el de aquel aterrizaje en la acera de Cibeles. ¡Qué noche la de aquel día! No recuerdo ya su nombre, ni el del garito donde dijo que le podía encontrar, pero sí su aspecto, y la palabra “Chejov” tatuada en su brazo derecho. Gato, negro y con botas militares, chupa negra de boutique y cresta negra azabache rotulada con trazo japonés. ¿Dónde me dijo que estaría?

Se estaba desplomando el país por aquel entonces y aquellos tontos podrían haberlo documentado desde otra perspectiva con algo de maña y arrojo, pero no les debió parecer un buen  negocio. A mí me da igual, pero las cosas se hablan, joder.

Ajusto ahí el Punto Cero, en el inicio de esa Gran Debacle, la Era del Imperio. Todo cambia y, lo que no, se evapora. Viviendo sin memoria, como un demente errático y sin saber cuándo fue la última vez que pasé por este hito.

Y ahora, ¿hacia dónde, por qué y para qué?

Una idea nueva abre ante mí otra ruta con sentido, si es que en algún momento lo tiene, y documento el proceso de adaptación full time, aunque no sirva pra nada. Elaboro el registro sensorial de un territorio permeable y siempre mutante que dormita obeso, húmedo y tibio en la frontera entre tú, yo y todos los otros egos del mundo. Campo de batalla, territorio, ciudad como tablero de juego, como identidad. ¿Qué ficha soy y cómo no debo moverme?

Lo camino, lo viajo hacia alante y hacia atrás. El recuerdo es tiempo sin movimiento. Hoy aquí y mañana allí, con los pies en la tierra que me muerde cada día desde que todo dejó de oler a humanidad, con hache de hipocresía.

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Publicado en Notas