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13 de octubre de 2015

De la escritura recién despertado no decía nada don Ernesto, pero yo encontré el poema rebuscando en la memoria de mis discos y me levanté de la cama con sus estrofas recorriendo los rincones de mi subconsciente; salieron de mi boca algunas frases tarareadas para entretener el momento de (re)conocer mi nuevo espacio.

El canuto se consume lentamente entre denso humo blanco; las palabras, perezosas, se ordenan en el blanco digital de la pantalla contando que una vez más estreno día con la cabeza en blanco. Have I brain today? Recuerdo lo de ayer, pero no lo de esta noche y ya ni siquiera me apena. Más tarde pensaré en ello cuando vuelva a la rutina del yeso.

Todo sucede en una cama, el origen y también el fin del viaje, es donde surgió la idea y el lugar al que regresaba cada vez. Durante años fue así: el viaje terminaba con un “hola”, un beso y, después de una ducha, acostado mirando al techo. Había regresado y era la hora de empezar a viajar.

Durante el tiempo que elegí vivir sin origen ni destino en el mundo pude pintar a mi antojo la existencia y sumergirme en el más completo desarraigo. A lo largo del día archivaba imágenes, memorizaba paisajes, grababa mis pasos para estudiar ritmo y aprendía la lentitud verso a verso. Por la noche descansaba sobre el suelo duro escuchando la nana del bosque y al viento partirse en cada rama, me dormía devanando las últimas horas y, cuando un crujido abría mis ojos, el universo negro me envolvía con el tiempo marcado por algún ave nocturna. Mis respiraciones acompasaban el batir de sus alas para volver al universo llenoo de sueños en blanco.

En la penumbra de las seis de la mañana siempre estaba ya en marcha, escapando, escuchando cada uno de mis pasos sobre el gélido asfalto, con mi sombra abriendo camino en la llanura leonesa. El sol explotó a mis espaldas y mis manos protegieron mis orejas del viento mientras escuchaba un paso, otro, otro, otro kilómetro, otro y otro más … Mi pasado, mi presente y mi futuro habían colisionado entre sí justo delante de mi persona.

Esta noche escribo crónicas desde un desierto blanco, con sus tramas y urdimbres, con sus planicies y con su inmensidad inabarcable.

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Publicado en octubre 2015