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05.05.2018

Devorado por los mosquitos.

Me pica todo y estoy rascándome como un perro.

Termino un porro y de hacer la bici lo más rápido que puedo antes de intentar aislarme en la tienda pero la cantidad de mosquitos es impresionante. En un momento me miraba las piernas y veía, ahí enganchados, a una decena. Dentro de la tienda tampoco se está totalmente a salvo, algunos se han colado dentro en la operación de entrar a ella.

El Algarve tiene muchos mosquitos.

María no dice nada y yo lo prefiero. Ha sido un día muy intenso. Supongo que ella opina igual. Es una mujer rara que tiene un polen bastante rico.

La tradición en Portugal parece un valor nacional, al contrario que en España, donde una gran parte de la sociedad no se siente interesada por ésta o se trata de olvidar. La corrección en las formas también nos diferencia de manera muy notable. El portugués es mucho más suave en las formas que el español y que el europeo en general; en esto coincidimos cuantos hablamos sobre el asunto: alemanes, austriacos, franceses, ingleses y yo, español.

Hablé con Elke sobre el caótico Portugal. En parte, creo, estábamos de acuerdo en que es un país caótico y en qué quizá eso era parte de su encanto. Yo me vuelvo loco con las señalizaciones, con su colocación y con las abreviaturas. Me cuesta leerlas, pero también porque están situadas de forma que te encuentras las señales de repente. Ésa es mi impresión.

La ciudad también es mucho más pausada que en España, con horarios más racionales, tanto para el trabajo como para la comida. La ciudad, como el campo, parece siempre más pacífica y humana que en España. No he conocido grandes ciudades como Lisboa u Oporto, donde seguramente el cosmopolitismo es mayor, pero la impresión que me ha quedado de otras, como Régua, Santa Marta de Penaguião, Coimbra o Viseu es de que la ausencia de esa característica, el cosmopolitismo, las hace aún más encantadoras, al contrario que en tantas otras ciudades europeas donde todo empieza a equivalerse con demasiada frecuencia. La personalidad de todos los núcleos urbanos portugueses es bien patente, mientras que en otras ciudades europeas hace tiempo se perdió. Es por eso que hay que aprender a vivir según sus costumbres.

Las calidad humana de los portugueses está fuera de toda duda. Son extraordinariamente amables, educados y serviciales; todos dan los buenos días por la mañana, te ofrecen la mano aunque no te conozcan y se esfuerzan visiblemente al intentar entender tu idioma, que comprenden con una relativa facilidad. Se ofrecen, te explican y, a veces, te acompañan hasta tu destino. Hay, sin embargo, diferencia entre el portugués del norte, el del centro y el del sur. Si calificamos el carácter portugués como dulce, esto es más patente en el norte, sin duda. Quizá el hecho del turismo y lo que intoxica sea el factor determinante para diferenciar el carácter de unos y de otros, los del norte, los del centro, los del sur, los de la costa, los del interior.

Debido a mi presupuesto, no he podido probar su gastronomía a fondo, pero no siendo ése el objetivo de mi viaje, no me preocupa demasiado el hecho. Nunca he sido un adorador de la gastronomía, me alimento simplemente porque de lo contrario moriría, sin embargo sí he podido comprobar que el comer es, en general, más barato que en mi país y no porque la calidad de su gastronomía sea inferior. Un menú del día, café incluido, son sólo cinco o seis euros cuando lo mismo, es España, cuesta el doble; y he desayunado más que bien por poco más de dos euros. Los precios en el norte del país, y en el interior, son inferiores a los del sur, que es mucho más turístico, pero eso parece lógico.

Es por esa razón, quizá, que por sus calles no he visto la miseria que muchas veces encuentro en las calles españolas, con gente sentada junto a un cartel pidiendo en la salida de los supermercados o revolviendo en los contenedores de basura. Para comer razonablemente en Portugal no es necesario gastar tanto como en España, como para alquilar una vivienda no hay que tener un sueldo exagerado. El precio de un café es de sesenta o setenta céntimos. Este dato, ya lo saben, suele servir como barómetro.

La red de carreteras es grande y su conservación es bastante correcta teniendo en cuenta que casi todo mi viaje ha transitado por carretera nacional. Fuera de la Estrada Nacional 2, en carreteras de carácter comarcal, la cosa cambia mucho, a menudo falta arcén o éste es deficiente, convirtiéndola en más peligrosa y el firme está lleno de baches a menudo, obligando a sortearlos con el plus de peligrosidad que ello conlleva. El respeto del conductor hacia el ciclista es, en general y fuera de los núcleos urbanos, más que aceptable a pesar de que haya menos tráfico de ciclistas en Portugal que en España y pudiera suponerse que eso iba a determinar la relación entre conductores y ciclistas.

La Estrada Nacional 2 es una ruta sorprendente, a veces muy dura y otras de tránsito muy cómodo, y generalmente tiene un firme razonablemente bueno aunque, como digo, la falta de arcenes en muchos casos puede hacerla algo más peligrosa de lo normal. Mi consejo en estos casos es no circular demasiado pegado al borde y hacerse ver. Así los conductores se separan más para rebasarte. No obstante, es una carretera y, como tal, nunca es aconsejable confiarse demasiado.

A menudo la EN-2 se interna por lugares de incuestionable belleza, recorriendo valles o faldeando montañas con un trazado tan sinuoso como sugerente, serpentea por pinares o bordea viñedos que, en el norte, donde se cría el vino de Porto, se desenrollan montaña abajo convirtiendo el paisaje en un sinfín de bancales que parecen escaleras para subir a la cima. El trazado sinuoso de las carreteras del norte de Portugal regala experiencias divertidas en los descensos, la sucesión continua de curvas obliga a mantener la atención en todo momento porque la velocidad que se llega a alcanzar es, mucha veces, alta. La subidas, al contrario, parecen a menudo interminables, pero al dibujarse por la falda de la montaña nunca tienen un desnivel exagerado. Más bien son puertos tendidos que exigen mantener un ritmo constante y tener paciencia. En todo caso, la EN-2 transita por una gran cantidad de pueblos pequeños en los que se puede descansar y reponer fuerzas o beber en la gran cantidad de cafés que encontramos a lo largo de la ruta.

La seguridad es otro de los puntos destacables de Portugal. Cuando diseñé mi viaje pensé, lógicamente, en ese asunto, y me hice con un sistema de seguridad de calidad para la bicicleta. No digo que no haya robos en Portugal, pero ha sido rara la ocasión en la que he tenido que asegurar la bicicleta para entrar a tomar un café o comprar algo en una tienda, sobre todo en núcleos rurales. Lo mismo: nunca conviene confiarse, pero Portugal, en su entorno rural, no es un país inseguro según mi percepción personal.

El jolgorio del patio cesó, y yo cerré los ojos dispuesto a dormirme al ritmo marcial que marcaban las botas de los bombeiros en el pavimento mientras el turno de noche hacía algo parecido a instrucción a las órdenes de su comandante. Yo, allí solo, dentro de mi saco de dormir extendido sobre el tatami del gimnasio dónde es tarde se había estado ejercitando un equipo de kickboxing, me dejé llevar por el sueño; Killer Rachel, acurrucada en una esquina del patio, quedó también sola, esperando pacientemente, quizá soñando en cómo sería el mar, puede que deseando verlo o tal vez prefiriendo que la ruta portuguesa se dilatase un día o dos más.

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Publicado en Notas