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Notas para un diario (7)

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Cuando al día siguiente abandoné el lugar no pude evitar emocionarme, aunque dudo que lo notase nadie. Abracé a todos, a ellos, a ellas, a las horas que compartimos e inicié el camino a un ritmo lento pero continuo. Una semana después todo es ya un recuerdo inolvidable, pero un recuerdo, pasado, algo que viví y pasó. Queda grabado para perdurar en el dispositivo de mi memoria y a la espera de otra suerte del destino, si es que eso existe.

N340 de nuevo para llegar a Chiclana.
Puerto Real.
Puerto de Santa María.
Sanlúcar de Barrameda.
Trebujena.
Lebrija.

Después vino lo de Sevilla, el calor implacable, las noches escondido en olivares, más mosquitos, algún que otro mal recuerdo y Doñana, esa preciosidad protegida de los de la chancleta por pistas sin asfaltar que dibujan su recorrido entre pinares, donde advierten del paso de linces que, me dijeron, nadie ve nunca. ¡Mejor!

Y ahora, sentado a la sombra del cañizo, refresco la garganta con un té helado mientras no dejo de escuchar conversaciones sobre fútbol —el repugnante fútbol— y el fanatismo que desata. Como si me importara, hablan a un volumen alto y, como si supieran de ello, critican las decisiones de los que manejan el parné. Yo me revuelvo en la silla buscando una postura que no me haga ver las estrellas al aplastar mis heridas y pienso que debería darme un baño. Buscando un camino por el que poder acercarme a la línea del agua veo una ducha a lo lejos. La playa está vacía y yo aprovecho para quitarme toda la ropa para lavarla y para dejarme azotar por las olas durante un rato. Después me saco la sal de encima con el agua dulce de la ducha.

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Publicado en diario iberica 2019