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Soy nómada

Con el turismo nada tengo en común y la aventura tampoco puedo decir que sea lo que me mueve. Más que otra cosa, me siento nómada, y el camino recorrido es la impresión del tiempo.

El nómada no echa raíces, no espera a que crezca la cosecha, busca los lugares con mejores pastos, la tierra más segura, el aire más limpio y los sonidos más agradables.

Imagen
Cerca de Ouarzazate (Marruecos)
primavera 2005

El nómada conoce a muchos, no desperdicia palabras y disfruta con una conversación sin reparar en el tiempo que dedica, pero también sabe vivir la soledad, porque sabe que al final del camino estará solo.

Cuando te quieres dar cuenta, el nómada se ha ido.

El nómada guía sus pasos por las estrellas del cielo, su techo y brújula.

Duermo al aire libre, observo las estrellas desde dentro del saco e intento adivinar el clima de mañana, pero rara vez acierto.

El nómada busca el silencio para escuchar el latido de la Tierra y sentir su contacto.

El nómada no tiene miedo a lo desconocido, extrae de ello fuerza para enfrentarse a sus miedos.

Su camino tiene sentido.

“El sentido del camino del nómada es morir en la tierra que le vio nacer. Nadie puede renegar de sus raíces. El nómada vuelve siempre al punto de partida, nunca se va para no volver y siempre vuelve al lugar en el que dejó su alma.”

Moussa Ag Assarid. “En el desierto no hay atascos”. Ed. Sirpus, 2006.

El nómada evita la comodidad y la previsibilidad, no utiliza agendas ni calendarios, se deja mecer por el caos de la vida y cada cruce de caminos es una pregunta. Cada improvisación modifica su visión del mundo, que dibuja con palabras en su cuaderno bitácora.

El nómada no tiene reloj, es dueño de su tiempo. A su último reloj se le terminó la pila y nunca la repuso. Es un artefacto que no necesita.

Cuando se termine mi tiempo dejaré de ser nómada, es mi único destino.

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Publicado en Notas