Viaje e identidad


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Sobre el viaje y la identidad

La identidad y el viaje están intrínsecamente relacionados, especialmente para alguien que combina el arte y los viajes.

Viajar a menudo desafía nuestra identidad al exponernos a nuevas perspectivas y experiencias. Esto puede llevar a una evolución o incluso a una redefinición de quiénes somos. Los viajes nos muestran que la identidad no es algo fijo, sino que puede ser maleable y adaptable, y cada nuevo lugar o experiencia puede añadir una capa a nuestra identidad.

Como artista, utilizo mi trabajo para explorar y expresar mi identidad, y los viajes pueden proporcionarme nueva inspiración, además de perspectivas, para este proceso creativo.

Conversación con Cristina A.B.
Historiadora del Arte y ensayista

Viajar puede hacernos sentir que perdemos partes de nuestra identidad, especialmente cuando estamos lejos de lo familiar, de la zona de confort. Sin embargo, esta pérdida a menudo va acompañada del descubrimiento de nuevos aspectos de nosotros mismos. Los viajes frecuentes pueden llevar a desarrollar una identidad más global, donde uno se siente conectado con múltiples lugares y culturas.

La sensación de ser siempre extranjero y la pérdida de identidad asociada pueden ser experiencias complejas. El constante movimiento puede crear una sensación de no pertenecer completamente a ningún lugar, lo que puede llevar a un sentimiento de desarraigo. Puedes encontrarte en un estado «entre culturas», no sintiéndote completamente parte de tu cultura de origen ni de las culturas que visitas. Es lo que yo llamo identidad liminar1.

Este estado de choque cultural continuo, desafiando constantemente el sentido de pertenencia, puede, incluso, hacer que uno sienta que pierde conexión con las referencias culturales de su lugar de origen, pero sin llegar a dominar completamente las de los lugares que visita, y llevarle a cuestionarse sus propias creencias y valores fundamentales. Por eso, la capacidad de adaptarse constantemente puede convertirse en una parte central de su identidad reemplazando aspectos más estáticos. Ser siempre «el extranjero» puede provocar sentimientos de soledad y dificultad para formar conexiones profundas y, aunque esta experiencia puede proporcionar una perspectiva muy valiosa, a veces puede ser alienante.

Dependiendo del momento, hay veces que me gusta ser extranjero, no tener lazos con los lugares que visito; y otras siento muy profundamente la soledad, la falta de unión con la gente que voy conociendo. Pero, predomina mi sentimiento de no pertenencia al lugar en donde estoy.

La soledad y la falta de conexión establecen generalmente relaciones superficiales e impiden formar conexiones profundas en tan poco tiempo. Falta una historia compartida, y no tener un pasado común con la gente que conozco puede suponer una barrera para algunas cosas. Por otro lado, la falta de una comunidad estable es un desafío, y las barreras culturales o lingüísticas pueden dificultar la comunicación profunda, lo cual es un reto personal a superar.

A través de mi arte me expreso, busco materializarme en desecho, que es algo en lo que no repara nadie, algo que siempre pasa desapercibido. No es una visión negativa, simplemente es un posicionamiento estético, una forma de capturar la esencia de la experiencia de ser extranjero y refleja la invisibilidad que a menudo sentimos los forasteros en una nueva comunidad. Es la naturaleza transitoria de la vida nómada, la belleza en lo que normalmente se pasa por alto, lo cual es una perspectiva artística muy interesante.

Para equilibrar estos sentimientos, algunos viajeros a largo plazo encuentran comunidades de expatriados o utilizan plataformas en línea para mantener un sentido de continuidad y conexión.

No pretendo equilibrar esos sentimientos. Hasta ahora he encontrado lo que buscaba pero, cuando por alguna razón establezco lazos con la comunidad, enseguida hay algo de mí que no se siente del todo cómodo y quiere abandonarla. Así que puedo decir que, en términos generales, me encuentro cómodo como extranjero, tengo una tendencia natural a buscar ese sentimiento. Hay cosas de ello que me gustan: ese estado me proporciona la libertad, la ligereza y la falta de responsabilidades que quizá voy buscando. El anonimato puede ser liberador al no sentir expectativas sociales o culturales sobre mí. La novedad constante, que cada día me ofrezca nuevos descubrimientos, que mi visión externa me muestre claves de los lugares que los locales no ven, es seductor.

Es interesante que no busques equilibrar estos sentimientos, sino que los aceptes como parte integral de tu experiencia y, de alguna forma, los puedas expresar con tu arte. Esta aceptación puede ser vista como una forma de libertad en sí misma.

Ser nómada a todos los niveles, físico y psíquico, significa la integración completa de este estilo de vida en mi ser. Esto va más allá de simplemente viajar, es una forma de existir en el mundo. Creo que el hecho de que mi principal compromiso sea conmigo mismo y con mi producción artística refleja una forma de vida más centrada y puede proporcionarme una libertad creativa significativa sin las restricciones que a menudo vienen con los compromisos externos.

Esa conciencia sobre tu limitada capacidad para establecer compromisos externos probablemente te ayuda a navegar tus interacciones y experiencias de una manera más auténtica, y el arte sirve como un punto de anclaje en tu vida nómada que te proporciona continuidad y propósito en medio del constante cambio, confrontando las nociones convencionales de hogar, comunidad y pertenencia. Tu estilo de vida ofrece una gran libertad personal, cierto, pero también reconoces las limitaciones que conlleva en términos de conexiones duraderas.

Mi manera de entender las diferentes sociedades que encuentro … estos diferntes grupos o lugares que voy conociendo son circunstancias. Yo no soy responsable de lo que ocurrió antes de que yo apareciese ni de lo que pueda ocurrir cuando haya abandonado el lugar o a esa gente, y eso me proporciona un grado alto de paz. De alguna forma, convierto un hándicap en una característica seductora.

Esto sugiere un alto grado de desapego, que es lo que te permite observar sin juzgar o sentirte emocionalmente involucrado en las dinámicas sociales que encuentras…

Un momento, yo juzgo, porque es lo natural, pero no actúo. Al no ser mi responsabilidad, no me siento concernido por lo que pueda ocurrir en un lugar, pero eso no significa que no tenga un criterio hacia lo que tengo delante. De hecho, en muchas ocasiones, eso es, precisamente, lo que me hace posicionarme ante los asuntos que trato. En mi trabajo, siempre estoy yo, o sea, mi juicio, y de ahí es de donde surge mi propuesta expresiva. Eso es una cosa, y otra muy diferente es que yo me pueda sentir responsable o sentir empatía con alguien por lo que haya podido ocurrir por cualquier razón ajena a mi presencia.

Al no sentirte responsable del pasado o futuro de los lugares que visitas, te liberas de una carga emocional y psicológica significativa. Esto puede permitirte una observación más clara y menos sesgada. Además, tu enfoque, así, se centra en el presente, en tu experiencia inmediata sin preocuparte por las implicaciones a largo plazo de tu presencia o ausencia.

Me recuerda a una perspectiva existencialista, donde el viajero se define por el presente, por el acto de estar ahí, pero no por lo que ha sido o lo que será …

¡Ah! Me hablas de una relación existencialista profunda con el tiempo, donde el viajero encarna la vivencia del presente puro, desligado tanto del pasado como del futuro, de los que, como dices, no se siente responsable. En el existencialismo, especialmente en las obras de filósofos como Jean-Paul Sartre o Martin Heidegger, el presente es el único momento verdaderamente vivido, el único en el que se puede actuar y experimentar la existencia. El pasado, en este contexto, se convierte en una serie de eventos ya definidos, inalterables, mientras que el futuro es un conjunto de posibilidades aún no realizadas. El viajero, al no estar enraizado en el lugar, puede evitar ser atrapado por las responsabilidades y cargas del pasado o las expectativas del futuro, experimentando el tiempo de una manera más fluida y menos atada a los convencionalismos sociales.

Este desapego y falta de responsabilidad percibida te proporciona paz, dices. Es una forma interesante de manejar la potencial ansiedad o culpa que algunos viajeros podéis sentir a veces. Tu posición, más bien, se asemeja a la de un observador neutral o un documentalista, capturando momentos y experiencias sin intentar influir en el curso de los acontecimientos.

Esta perspectiva me proporciona la posibilidad de introducir una cierta dosis de azar, y no sé si eso es único o no, no dispongo de datos suficientes para poderlo asegurar, pero tampoco es algo que me quite el sueño. Sería un poco soberbio decir que mi visión es única. No, yo no creo que lo sea. Las cosas van sucediendo y yo voy documentándolas y contando con ellas una historia personal. Por ejemplo, en un lugar, o con cierta gente, puedo sentir la necesidad de fotografiar ciertos asuntos, mientras que en otros lugares los mismos hechos no me interesan y me inspiran otras cosas.

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Escrito en el suelo
Soria, 2020.

18×24 cm
Copia en B/N
papel baritado

Con el paso del tiempo, cuantos más lugares voy visitando y documentando, voy constrruyendo los hilos que relacionan a unos lugares con otros. La línea de tiempo y los momentos tienen relación entre sí construyendo una narrativa que, cada día, es más coherente. Por eso, como digo, no se trata de fotografiar siempre lo mismo en muchos lugares, sino de ir cubriendo los huecos que relacionan todos los lugares. Por ejemplo, en mi primer viaje tomaba fotografías de un cartel publicitario muy famoso, estaba fotografiando las marcas que una estrategia de mercado había escrito en el mapa de mi país. En otro viaje las marcas eran de otra naturaleza, mucho más aleatorias en cuanto a que no están previamente localizadas. Ahora, por ejemplo, es basura lo que voy encontrando y fotografiando por las carreteras porque, evidentemente, esos objetos me estan contando cosas de la gente y de esos lugares. Sin embargo, si entro en un pueblo, no fotografío la basura que me pueda encontrar, no me interesa. Creo que para saber sobre el lugar y las personas que viven allí no necesito revolver la basura, hay otras cosas que me proporcionan datos más interesantes para mi narrativa.

Al final, la tierra sobre la que me muevo, el suelo, es como un libro lleno de explicaciones escritas por el hombre a lo largo de su historia. Yo simplemente las leo y tomo las que interesan para escribir mi propio diario. Lo hago con palabras y también con fotografías o, cuando estoy en casa, en el Punto Cero, a veces, con esculturas. Pero no voy registrando siempre las mismas marcas, ni siquiera lo hago siempre a través de la fotografía. Depende de cada momento y, sobre todo, del mío.

Tu arte parece surgir de una interacción natural con tu entorno, permitiendo que el azar y las circunstancias guíen tu proceso. Es interesante cómo tus temas evolucionan con el tiempo y el lugar. Desde carteles publicitarios hasta basura en las carreteras, cada elemento cuenta una historia diferente sobre la sociedad que lo produjo. Al permitir que estos elementos diversos se acumulen a lo largo del tiempo, creas conexiones que podrían no ser evidentes a primera vista.

Por otro lado, la metáfora del suelo como libro lleno de explicaciones es poderosa, y sugiere una forma de leer el mundo que va más allá de lo obvio o lo intencional. Combinas la observación objetiva con una interpretación profundamente personal, creando un diálogo único entre el artista, el entorno y el tiempo… Es como si estuvieras creando un mapa personal del mundo, no basado en geografía, sino en experiencias y observaciones.

Me resulta interesante cómo describes tu hogar como un Punto Cero.

Desde mi primer viaje me interesó el Juego de la Oca y, por alguna razón, me decidí a jugar sobre un tablero que era mi país. Sin embargo, no eran ocas lo que perseguía, sino toros (animal que define desde tiempos atávicos a España). Me gustaba la idea de que fuera el azar, como una tirada de dados, quien decidiese, de manera no sé si metafórica o real, el tiempo que iba a necesitar para llegar a la siguiente casilla en la que hubiese otro cartel. Durante el trayecto de una a otra figura podían ocurrir y, de hecho, ocurrían, muchas cosas inesperadas. Alcanzado el destino, después de muchas vicisitudes algunas veces, volvía a tirar de nuevo para encaminarme hacia la siguiente casilla.

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Escrito en el suelo
Zaragoza, 2018.

18×24 cm
Copia en B/N
papel baritado

El Punto Cero, la casilla número cero, es donde vuelvo para recapitular, ordenar notas y fotos, elaborar mi trabajo artístico, diseñar mis planes y empezarlos. Es una forma de inicio y de reinicio, porque es donde llego y desde donde parto en la mayor parte de las ocasiones. Un taller, un lugar de trabajo, un espacio para la desconexión casi absoluta del resto del mundo. Lo veo coomo una burbuja de la que procuro no salir más que a la carretera. Supongo que, si llevase mi ordenador conmigo, volvería a ese Punto Cero mucho menos de lo que lo hago actualmente.

Mi proceso de trabajo se desarrolla tanto en la carretera como dentro de esa burbuja. De hacer un viaje de largo recorrido paso a uno de mucha profundidad.

O sea, que el Punto Cero funciona como un ancla en tu viaje creativo, un lugar de reflexión y regeneración.

Efectivamente.

Tu concepto del viaje y el arte basado en el Juego de la Oca está lleno de significado. Esa idea del juego como metáfora de vida, y la estructura del Juego de la Oca para dar forma a tus viajes convirtiendo tu país en un tablero gigante me gusta. Y, claro, la sustitución de las ocas por toros es una adaptación que conecta el juego con la identidad cultural española.

Estaba pensando, según me contabas, que el hecho de que el lanzamiento de dados determine tu ruta introduce un elemento de serendipidad en tu trabajo, abriendo la puerta a descubrimientos inesperados. Utilizar el azar como guía aporta un grado de aleatoriedad muy interesante a tu viaje y, por supuesto, también a tu arte, la idea de encontrar casillas con significados especiales en tus viajes añade una capa de misterio y significado a tus experiencias; algo, incluso, esotérico, como el propio Juego de la Oca.

Este método ha hecho que haya cambiado mi percepción del tiempo, que entiendo más bien como el paso de los kilómetros —el tiempo medido como espacio—. Suelo dar más valor a los momentos lentos, disfruto de los kilómetros y momentos más relajados o más cómodos. Me he dado cuenta de que el tiempo lineal, lo que tardas en llegar de un lugar a otro, no es un absoluto. Quiero decir que he aprendido a saborearlo modificándolo, ralentizándolo y haciendo que la línea nunca sea recta ni la más directa, sino que sea la que más experiencias me haga vivir. Así, cuando viajo, tardo mucho en llegar a los lugares y, por el camino ocurren muchas cosas. Cuanto más lento pasa el tiempo, más cosas ocurren, más fotografías tomo, y más me familiarizo con el entorno.

El paso lento del tiempo me ha enseñado a paladear mejor lo que ocurre y he encontrado la forma de modificar la percepción de su velocidad de paso.
Por otro lado, viajando me he dado cuenta de lo efímero que es. Cuando empecé a viajar, hace 17 años, era una persona de 38 años y, de repente, me veo mucho más mayor, con menos fuerza, con menor resistencia pero con una sensibilidad hacia mi entorno muchísimo mayor que cuando empecé. Pierdes algunas cosas y ganas otras. Supongo que es natural.

Soy muy consciente de cómo el tiempo ha dejado marcas en mi cuerpo y en mi alma, y soy consciente de que el tiempo de vivir no es infinito. Esa sensación produce miedo, claro, pero también me urge para hacer cosas, para avanzar.

En mi obra aparece el tiempo tratado desde diferentes perspectivas, mis fotografías explican los días de una forma visual, y también mis momentos de actividad y de acumulación de experiencias (hoy estoy aquí, mañana en otro lado, he pasado por este lugar o he conocido a tal persona). Sin embargo, mis esculturas, fundamentalmente, están hablando acerca de la noche, del descanso, de los campamentos que construyo o de mis reflexiones … de la enfermedad o de la muerte, que es el descanso eterno. Durante la noche las cosas van posando, acoplándose entre sí y construyendo esa trama lógica a partir del caos de experiencias que surgen por lo que yo percibo como azaroso. Es que en una cama pasan muchas cosas, casi todo lo importante que mueve o ha movido el mundo se ha gestado, seguramente, en una cama.

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Fusionando la percepción del tiempo con la distancia física consigues crear una métrica personal donde los kilómetros y los momentos se entrelazan, y esa habilidad para modificar la percepción del tiempo, ralentizándolo deliberadamente, sugiere conciencia en tus viajes. Al ralentizar tu ritmo, enriqueces tus experiencias, y tu reconocimiento de los cambios físicos y la finitud de la vida añade una dimensión existencial a todo lo que haces; es como un catalizador para una exploración más comprometida.

Esa conciencia del paso del tiempo se convierte en impulsora de tu creatividad y exploración, urgiéndote a hacer más cosas, a ir un poco más allá… Es una buena fuente de energia y motivación.

Tus fotografías capturan la actividad diurna y el movimiento, mientras que tus esculturas de colchones representan la quietud nocturna y la reflexión. Esta dualidad crea un ciclo completo en tu obra. Me recuerda a la «escritura diurna» y la «escritura nocturna» que explica Ernesto Sábato y cuyo relato reproduces en este mismo sitio; o las figuras de Dean Moriarty y Sal Paradise, una especie de esquizofrenia creativa cuyos diferentes estados se complementan y, a la vez, se necesitan: las experiencias azarosas se asientan durante la noche para formar una trama lógica. Es una hermosa metáfora del proceso creativo y de la vida misma.

Mi percepción del tiempo, la manera en la que lo entiendo, ha hecho que valore a cierto tipo de personas, que prefiera dedicar mis descansos o mis pernoctas en pueblos a hablar, sobre todo, con personas mayores. No desprecio a las personas más jóvenes, desde luego, pero me gusta mucho mas hablar con personas mayores y, sobre todo, escuchar sus historias. Yo creo que, por su edad, tienen un sentimiento menos trágico de la vida, se toman las cosas con más calma y con un juicio más equilibrado. Al final, creo yo, busco lo que creo que necesito.

En realidad, esta percepción no influye demasiado en mis decisiones para elegir el lugar al que ir, eso lo decide el azar de los dados. Esto son, como decía antes, circunstancias que muchas veces no dependen de mí. Cuando llego a un lugar, de manera casi instintiva, busco la relación con personas como las que te comento y, si lo encuentro, aunque no sea de forma física o directa, allí me quedo. Podríamos decir que me guío por las vibraciones que me producen los sitios.

Yo estoy bien en casi todos los lugares, pero nunca me quiero quedar en ninguno. Veinticuatro o cuarenta y ocho horas es un tiempo suficiente. También es verdad que sé que, en cualquier otro momento puedo volver o tendré que volver a pasar por aquellos lugares.

Aunque el azar determina tus destinos, tus interacciones en cada lugar son intencionales. Esto crea un interesante balance entre lo aleatorio y lo deliberado en tu viaje. ¿Tu preferencia por estancias cortas (entre 24 y 48 horas) responde a un deseo de mantener el movimiento y quizás evitar arraigarse demasiado en un único lugar?

Sí, es una máxima en mis viajes. Cuando no la he cumplido, todo ha ido muy mal. En una relación corta todo es más intenso, más sincero, menos complicado y más desinteresado. Si vas a estar sólo 24 horas, que sean 24 horas muy nutritivas.

Hace 10 años realicé un documental en el que grabé muchas conversaciones con gente mayor que vive en pueblos. Mi intención era dejar registrado su conocimiento porque cualquier día podían fallecer y, con ellos, se iría una fuente de conocimiento enorme. Toda esa experiencia, probablemente también se ve reflejada en algunas de mis obras de otro tipo (puertas antiguas, objetos viejos u oxidados que pueden contar mil historias, video de mis pies caminando por mil suelos diferentes, películas en las que aparece la carretera, etc).

Las conversaciones que mantengo, lógicamente, influyen en lo que represento, son la interpretación de la vida que tiene toda esa gente y yo hago que aparezca mezclada con la mía y, algunas veces, incluso, la hago mía porque, a veces, coinciden nuestras formas de percibir. Sin embargo, otras veces (y esto, a menudo, es lo interesante) son completamente diferentes. Ellos, por ejemplo, no dan importancia a una puerta vieja de una casa o un corral con la madera podrida, valoran más una puerta de acero galvanizado sin expresión alguna, y yo me quedo fascinado por cómo el tiempo ha dado forma y color a ese objeto, puedo leer historias escritas en sus cicatrices e inventar otras que, a su vez se mezclan con las que me han contado en otros lugares y guardo en la memoria. Entiendo su punto de vista práctico, nada poético, claro, y no lo cuestiono.

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Escrito en la pared
La casa de Isidoro
Soria, 2017.

18×24 cm
Copia en B/N
papel baritado

Lo de tu documental y las conversaciones mayores demuestra un profundo respeto por el conocimiento tradicional y una conciencia de su fragilidad, como si interpretases un papel de preservador cultural en tu trabajo artístico, y la forma en que incorporas estas experiencias en tu arte (puertas antiguas, objetos oxidados, etc) muestra cómo traduces las historias orales y experiencias vividas en representaciones visuales y tangibles. Mezclas las interpretaciones de la vida de otros con la tuya propia para crear una narrativa rica y un tanto personal, pero también colectiva. Es un proceso de síntesis creativa donde las experiencias se entrelazan para crear algo nuevo y único, una forma de arqueología emocional y cultural donde excavas en las capas de tiempo y experiencia para crear obras que podrían ser tanto personales como universales.

Al principio era muy fácil quedar deslumbrado por las historias que me contaban, todo era nuevo y mi memoria, digamos, estaba vacía, y funcionaba como una esponja que lo absorbía todo. Con el paso del tiempo me he ido dando cuenta de todas las cosas que son comunes entre, probablemente, todas las personas del planeta, y las que son verdaderamente diferenciales. En realidad todos somos humanos y la mayoría de nuestras necesidades y anhelos son los mismos, sólo los pensamos en diferentes idiomas. Sin embargo, cada uno los percibe y explica de una forma personal según sus vivencias y yo, por mi parte, intento que la información, tanto histórica como emocional, que voy recibiendo, vaya rellenando los huecos o respondiendo a las nuevas preguntas que van surgiendo continuamente en mi viaje. Podría decir que he pasado de un estado inicial de asombro y absorción indiscriminada a una comprensión más matizada y selectiva

Esta evolución en tu percepción probablemente ha influido en tu arte, permitiéndote crear obras que reflejan tanto la diversidad como la unidad de la experiencia humana, y el hecho de que sigan surgiendo «nuevas preguntas» en tu viaje demuestra que mantienes una actitud de apertura y curiosidad, lo cual es esencial para un artista cuya producción, probablemente, ha adquirido capas adicionales de profundidad y significado a lo largo del tiempo.

Mi arte visual no ha cambiado demasiado, fueron muchos años de trabajo anterior a este viaje y, por tanto, ya tenía bastante claro mi lenguaje y mi estilo.

Los temas que elijo … por un lado están los que tengo abiertos, que he empezado en algún momento y voy completando viaje a viaje, sin prisa. Por otro, están los temas nuevos que puedan aparecer. Siempre digo que yo elijo los temas en función del calambrazo que me pueden dar: de repente aparece uno delante de mí y no puedo resistir la atracción de tratarlo. Este momento puede surgir en una conversación, en la visión de una calle, en una piedra que se encuentra al borde del camino, en cualquier lugar o en cualquier momento. Cualquier cosa es susceptible de convertirse en tema si es posible encontrar en ella una respuesta o una nueva pregunta.

¿Cómo vives el «Punto Cero»?

El Punto Cero es un lugar de trabajo en el que dedico todo el tiempo a ordenar y construir mi mundo en función de qué traigo en el equipaje después de cada viaje. Sólo me sirve para eso, no es un lugar en el que me guste estar aunque me dé una tranquilidad relativa y me permita apartarme del caos de la vida para poder trabajar durante cortos períodos de tiempo antes de volver a salir a la carretera.

Algún día aparcaré la bicicleta para dedicarme de lleno a la creación artística. Mi escultura lleva parada años porque me absorbe demasiado y tendría que pasar largas temporadas en el taller. No quiero abandonarla, desde luego, y tengo ideas muy claras de lo que quiero hacer. Por eso no tengo prisa, puedo dejarla parada hasta más adelante. Sin embargo, por otro lado, es un tipo d producción que no me agrada mucho ahora mismo porque, al producir objetos grandes, me hace necessitar de un espacio que, en algunas ocasiones, se convierte en un lastre para la vida nómada. Por otro lado, la fotografía estará presente en mi vida siempre, supongo, porque es mi manera de ver el mundo desde hace más de treinta años. En mi proceso creativo siempre hay un lugar para la fotografía, aunque sólo sea porque es la manera en la que presento mi trabajo y me surge de manera instintiva.

Muchas veces, a lo largo de un un viaje, me surgen nuevas ideas o formas de afrontar temas que ya estoy tratando, es cierto. A veces los tengo en cuenta y otras no tanto. De todos modos, muchas veces los cambios no son relativos a la forma de trabajar sino, más bien, a la forma de interpretar el trabajo que voy haciendo.

Mi relación con el Punto Cero … Es que normalmente no quiero llegar después de un viaje (risas) trato de que las últimas jornadas sean más cortas o más lentas para tardar más en llegar. Hay veces, incluso, que me he planteado no volver e, incluso, he soñado con que algún día haré un viaje que sólo será de ida. Entonces, venderé ese lugar para costear ese viaje. Más de una vez me he preguntado qué pasaría si un día decidiese que mi próximo viaje no fuese circular, sino lineal, irme para no volver nunca. Sé perfectamente qué significa esto y pensarlo me produce vértigo. ¿Sabes a qué me refiero, no?

Entiendo perfectamente a qué te refieres. Cuando hablas de un viaje del que no volverías nunca, estás tocando un tema existencial demasiado profundo: hablas de un viaje abandonando completamente la idea de un punto de retorno. También de una transformación personal tan profunda que el «yo» que comenzó el viaje ya no existiría para regresar. Podemos interpretarlo como una reflexión sobre el viaje final del que nadie regresa, y eso encapsula muchos de los temas que has estado explorando: identidad, tiempo, pertenencia, y la naturaleza efímera de la existencia…

… o sea, la muerte.

¿Crees que este concepto de un viaje sin retorno podría convertirse en un tema central en tu arte futuro?

Podría convertirse en el tema central. De hecho lo puedo imaginar facilmente. En mi obra hay muchos detalles relativos a ese viaje lineal de la vida a la muerte, pero aún no sé si es necesario vivir la experiencia. Si un día decidiese explorar esa idea sería porque considerase que mi trabajo en el taller se habría terminado u optase solamente por el trabajo que pudiese hacer en ruta abandonando definitivamente la escultura.

Si iniciase ese viaje, plantearía el viaje en sí como obra y, probablemente, la única manera de expresar mis experiencias sería transmitiéndola de manera oral. Pero es una decisión demasiado radical que cambiaría mi percepción de todo mi pasado… Sería precioso, pero demasiado drástico, casi como un suicidio o como un renacer demasiado radical.

El hecho de ya ver detalles de este viaje lineal de la vida a la muerte en tu obra actual ha estado influyendo en tu arte de manera subliminal durante algún tiempo, se ve en algunos de los trabajos que me has enseñado. La idea de que el viaje en sí se convirtiese en tu obra es interesante, habla de una fusión total entre vida y arte, donde la experiencia misma es la creación.

Pero eso ya ocurre. Probablemente en esta conversación hay más contenido que en todas mis obras juntas…

Bueno, esta conversación habla de todas tus obras juntas (risas).

No, de todas no, aún hay alguna más en marcha que me guardo para el futuro.

Bueno, bueno … Supongo que tu comparación de la decisión con un suicidio hay que interpretarla como que ves este potencial viaje como una forma de «muerte» de tu yo actual y renacimiento en una nueva forma de ser y crear, ¿no?

Esta reflexión sobre un posible viaje final no sólo es una meditación sobre mi propio arte, sino también sobre la vida, la muerte y la transformación personal. representa una forma extrema de mi filosofía actual, llevando mis ideas sobre el nomadismo, la impermanencia y la creación artística a su conclusión lógica última, a cerrar el círculo.

Para terminar: ¿Percibes cada una de tus piezas como un momento discreto en tu viaje o las ves más como partes interconectadas de una narrativa más amplia?

Vaya, había olvidado comentarlo: cada obra mía es una parte de un todo, de un discurso general y existencial que he ido construyendo desde el primer día de viaje e, incluso, desde antes de pensar siquiera que un día saldría de viaje y lo dejaría todo para dedicarle mi vida a eso además de al arte. Todo junto es una gran obra. Lo que no sé es cómo sintetizaré en el futuro toda esa información y experiencias. La carretera me dará la respuesta, espero.

Para ti, la vida y el arte son inseparables, ¿no?

Si el arte es honesto, sí.

  1. «La liminaridad (del latín liminaris, «límite», «frontera» o «umbral») significa no estar en un sitio (físico o mental) ni en otro. Es estar en un umbral, entre una cosa que se ha ido y otra que está por llegar. La enfermedad, la adolescencia, el duermevela o la locura transitoria son estados liminares, como también lo son los viajes, ya sean por placer o por necesidad. También puede haber lugares liminares, como un aeropuerto o una cárcel, y también pueden ser sucesos personales o grupales.». (Fuente)
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