Me gusta la gente que tiene criterio propio y no sabe de ideologías, los que están por encima sin ser conscientes de ello. Me gusta la gente que jamás habla de libertad, prefiero a quienes hablan y actúan libres, los que viven alejados del buenismo y repudian la corrección, los que conocen sus sentimientos y los protegen contra la manipulación y el chantaje, los que no se sienten culpables por lo que logran, sino orgullosos. Me gustan los que no sienten lástima, los que nunca dicen que aman la vida, los que no se sienten feos ni guapos.

Me gustan los que insisten en su empeño, los valientes, porque tienen mucho miedo pero lo vencen, los que creen en sí mismos y no en lemas, los que se vuelven a levantar. Me gustan los que reniegan de la solidaridad como principio, los que sólo tienden la mano a quienes ya se han quedado sin fuerzas de tanto luchar, los que creen en su persona y no en las personas, los que prefieren ir solos y no buscan la identidad de un grupo, que sólo sirve para tapar la falta de méritos. Me gustan los que no se conforman ni se acomodan, los que saben dormir en camas frías, tener hambre y no tienen problema en pasar el invierno solos, los que arriesgan y saltan al vacío.

Me gustan los que saben que para ser ellos mismos no tienen que saltarse las normas, los que buscan nuevos caminos sin miedo a transitar desiertos, los que saben inventar, los que no necesitan la fama y la popularidad, los que no anuncian sus pasos, los que les importa un pepino qué piense la gente. Me gusta la gente que cuenta su vida y no lo que les gustaría vivir, los que tienen cicatrices y no olvidan, los que mantienen vivos sus recuerdos, los que no permanecen sentados, los que madrugan, los que no esperan, los que no piden, los que lloran de rabia, los que dudan pero deciden y los que saben lo valioso de una conversación y también del silencio. Me gustan los que viven del aire, porque ellos sí saben lo que es la vida y los que no saben amar.

Toda esa gente merece la pena, y daría mi vida junto a ellos.