«Por una curiosa ironía de la suerte, los lugares a que somos enviados cuando nos flaquea la salud son, con frecuencia, singularmente hermosos. Con frecuencia también son lugares que ya hemos visitado en años anteriores, o que hemos atisbado brevemente al pasar, y de los que hemos guardado desde entonces un devoto recuerdo; y nos halagamos con la idea de que volveremos a sentir muchas placenteras e intensas sensaciones y que reanudaremos el hilo de nuestro gozar de entonces con el mismo ánimo con que le dejamos caer. Tendremos oportunidad de llevar a efecto muchas excursiones agradables que quedaron antaño interrumpidas, antes de que nuestra curiosidad estuviera enteramente satisfecha. Quizá todos esos años hemos conservado en el recuerdo la visión de algún verde valle al que sólo pudimos mirar un momento antes de perderle de vista entre los recovecos de las montañas; quizá hemos estados desvelados por la noche atormentándonos placenteramente con el pensamiento de esquinas que nunca llegamos a doblar o de cumbres que no escalamos nunca; ahora, nos decimos, tendremos ocasión para completar todo esos placeres inacabados y pasar más allá de las barreras que han limitado nuestro recuerdo».
Virginibus puerisque. Robert Louis Stevenson