Un día te descubres buscando el horizonte. Como buen caminante que eres zanjas tus compromisos, te despides de todos y, con tus cuentas saldadas piensas qué es tu vida sino una sucesión continua de hallazgos y pérdidas, de holas, adioses y momentos diminutos que nunca supiste etiquetar ahí, entreverados. Lo llamas felicidad y te preguntas si las horas que viviste aquella noche fresca de mayo en Atocha lo fueron.
Todos los viajes comienzan con una despedida …