Para acostumbrarme al frío extremo no enciendo la calefacción, friego los cacharros con agua fría y me acostumbro a dibujar intentando sacar toda la sensibilidad de la línea con las manos gélidas. No sé si servirá de algo pero, por si acaso, lo hago como un ejercicio de disciplina. A veces me duelen los nudillos, otras arruino el dibujo porque no consigo sentir el trazo ni la textura del papel o porque no puedo dosificar la tinta y a veces mancha demasiado. En general quedo contento con el resultado de las ilustraciones.
Pensando en un capítulo aún lejano he conseguido algunos contactos interesantes.