07.04.2018

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A las nueve de la noche decidí salir a la calle a cenar una pizza. Por el viejo.

La acera estaba ya mojada y teñida por la luz anaranjada de las farolas, una fina lluvia se había adueñado de todo y me apeteció, más que nunca, una de quesos como la de la hora de comer. Sólo tenía una hora para cenar y no quería desperdiciarla escuchando el jaleo de los peregrinos.

El tiempo de espera me pareció eterno. Agobiado por los horarios castrenses del albergue, pensé en pedirla para llevar y comerla allí, pero no me apetecía compartir con nadie ni ser el centro de atención para esa gente que se alimenta de barritas energéticas y mierdas así.

Me arriesgo. Si llego tarde estoy jodido, pero es por mi viejo. Para algo que hago pensando en él…

En Astorga, la noche antes de la entrevista para ADM.

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