Un café
en la nube
Conversación .01
Sobre arte, vida y muerte
… y la carretera se convirtió en mi compañera.
Sin orgullo, ahora confío en ella porque me da todo lo que necesito.
Soy un trotamundos errante, un nómada vagabundo. ¿Qué busco?
Soy dueño de mi tiempo y libre para pensar,
donde me encuentro lo reinvento todo y donde apoyo mi cabeza es mi hogar.
Convertí la tierra en mi trono acostumbrándome a la incertidumbre.
Bajo estrellas errantes he crecido siempre solo y sin ayuda.
Nada debo y, cuanto menos tengo, más poseo.
Lejos de tu frontera, trotamundos errante, nómada vagabundo, ¿qué esperas?
Adaptado de Hetfield & Ulrich
El viaje como experiencia existencial
Has viajado durante 17 años. ¿Crees que el viaje te ha transformado o simplemente ha revelado algo que siempre estuvo ahí?
Las dos cosas. Cuando salí de viaje tenía un objetivo de reconstrucción de un yo que ya había existido y que parecía haber olvidado debajo de una gran capa de polvo. No sabía cómo tendría que trabajar para poder volverlo a la vida ni cómo iba a ser el proceso, simplemente me dejé llevar dejando que el tiempo quitase capas de experiencias innecesarias con idea de llegar a la esencia.
Yo siempre he sido una persona inquieta a la que no le importaba experimentar y arriesgar. De hecho, en mis decisiones importantes siempre he asumido una cierta dosis de riesgo. Quizá porque casi nunca he tenido una vida estable, ni económica ni emocionalmente, no tenía demasiadas cosas que arriesgar, había poco que perder, así que ¿por qué no jugar?
En todo ese proceso no he dejado de exponerme, de confrontar conmigo mismo para, muchas veces, sorprenderme de hasta dónde he sido capaz de dar. Así, he descubierto muchos de mis límites, me he dado cuenta porque algunas cosas que en algún momento me dañaban ya no lo hacen; ahora me doy mucho más valor a mí mismo que hace diecisiete años, he hecho emerger capacidades que el primer día me parecían increíbles y las he educado.
¿Cómo percibes la carretera, es para ti un símbolo de libertad, de vulnerabilidad, o algo más?
Mi experiencia con la carretera es siempre dual: Es un lugar, pero también un no-lugar, un espacio de tránsito en el que yo habito, lo siento como hogar y en ella me siento cómodo, donde yo soy yo.
Por otro lado, en ese no-lugar que comunica dos lugares, suceden cosas, y de él extraigo experiencias que me hacen pensar, crear y, por tanto, ser persona. En este juego de dualidades, la carretera me da la vida, pero también me la puede arrebatar. Soy plenamente consciente de un peligro continuo donde yo soy el más vulnerable, y debo convivir con ello de forma constante. He aprendido a hacerlo a la fuerza. Pero eso no significa que no tenga miedo o que piense que no me va a pasar nunca nada.
Habiendo pasado tantas horas en ella, caminando o pedaleando, es evidente que me ha proporcionado muchas sensaciones que, lógicamente, han generado sentimientos contrarios a menudo, de disfrute, sufrimiento, tristeza, ira, indignación, etc. Por supuesto, tengo idealizada la carretera, la tengo literaturalizada porque ya son demasiadas historias en ella y de todas he extraido muchas vivencias que no recordaría si no las hubiese hecho formar parte de una espcie de guión.

¿Qué papel juegan el azar y la impermanencia en tu experiencia de viajar y en tu obra artística?
El azar está siempre presente en ambas, en mi vida viajera y en mi arte. Y en ambas juega un papel fundamental, aparece y yo procuro aprovecharlo en mi favor siempre que puedo. El azar me proporciona claves para poder responder a mis preguntas más existenciales mostrándome el umbral que debo atravesar.
A mí me encanta entregarme al juego de la seducción, aunque a veces me haga sufrir, y el azar es siempre seductor para mí. Adoro la aleatoriedad como ejercicio de improvisación, y la incertidumbre es, desde hace muchos años, algo habitual en mi vida que me ha ayudado a identificar miedos y a saber por dónde atacarlos, pero eso no significa, como dije antes, que no sienta miedo. De hecho, cada día soy más consciente de los miedos que tengo, pero voy haciéndome con herramientas para entenderlos y, en muchos casos, sobreponerme a ellos.
La impermanencia1 me ha proporcionado la consciencia de que el tiempo es finito. También me ha enseñado la insignificancia. ¿Qué supone mi existencia realmente dentro del cosmos?
Creo que hay que llenar el tiempo del que disponemos de experiencias nutritivas, no merece la pena perder el tiempo en otras cosas, porque, estoy seguro, al final nos arrepentiremos de todo ese tiempo que hemos dedicado a tantas cosas que no tenían sentido alguno y que nos han robado horas y energía.
Arte, vida y muerte
Tus imágenes de animales muertos evocan tanto belleza como incomodidad. ¿Sobre qué quieres que el espectador reflexione al ver tu obra?
Bueno, en primer lugar, el que reflexiono soy yo cuando estoy elaborando el mensaje. Después muestro el objeto, bajo mi punto de vista, para ofrecer el testigo de la reflexión al espectador menos perezoso. Si quiere o no reflexionar, eso ya es cosa suya, yo no obligo a nadie. Así, me encuentro dos tipos de espectador, el que quiere reflexionar y conecta con mi poética y el que es ajeno a todo eso y siente rechazo. De los dos tipos de espectador, uno me complace y el otro me da la razón.
A veces, mi obra, sobre todo la escultura, aunque también la fotografía, esconde temáticas muy duras debajo de aspectos muy agradables. Es mi manera de entender las cosas, y tiene claves que hay que entender antes de evaluar su calidad. Todos tenemos nuestra forma de expresarnos y, aparte de la forma, está el contenido. Cuando me dicen que les gusta la pintura de bodegón yo recuerdo algunos de los bodegones de Joel Peter Witkin, uno de mis fotógrafos favoritos, y me pregunto si se referirá a ésos. En realidad, se puede reflexionar sobre cualquier asunto desde narrativas muy diferentes y todas ellas, aunque van a exponer el mismo concepto, también se pueden mostrar con diferentes poéticas. Considero que es un error fijarnos solamente en la forma, porque estamos dejando atrás la parte de reflexión que, pienso, debe tener el arte de forma obligatoria.
Algunos de mis asuntos son poco agradables a la vista, lo acepto: la muerte, la designificación o la pérdida de identidad, la soledad, etc; y yo los trato a partir de estéticas que a veces son duras. Mi opinión es que no es obligatorio que las obras de arte gusten, sino que remuevan las entrañas, sobre todo en el caso de las series más crudas. En otros casos la forma es mucho más amable, naturalmente, pero quizá es porque el asunto también lo es.

Me gusta leer la evolución de la sensibilidad humana desde la carretera, porque por ella ha viajado desde hace siglos nuestra historia; sólo hay que saber aplicarle una poética adecuada para provocar una forma u otra de reflexionar. Sin embargo, la agudeza del espectador, su cultura y su formación visual son factores determinantes para la profundidad del análisis que puede llegar a aplicar frente a una obra de arte. En el caso de «The wrong side of heaven» yo no pretendo hacer imágenes bonitas, pretendo dar dignidad a objetos que la gente común desprecia. Lo duro, además de la escena, es darse cuenta del desprecio generalizado que se muestra en esos momentos. Desprecio o asco. Con la basura ocurre lo mismo. Si el espectador no puede confrontar con esas realidades, el problema no es mío, yo sólo se lo pongo delante y le propongo la reflexión.
En tu trabajo con objetos metálicos, ¿crees que el óxido y la corrosión cuentan una historia de decadencia, de resistencia, o de transformación?
«Tesoros de arcén» ha sido una de las series que más me ha gustado trabajar. Es una serie sutilmente irónica: para el espectador, lo que ve, es basura; para mí son joyas desde el momento en que las cuelgo de una pared, les pongo un precio que alguien puede aceptar y se la lleva a casa. De alguna manera, esa persona rescata esos objetos de su desaparición, les da un nuevo rol en su existencia. Esos objetos tirados en medio del campo constituyen un ataque al Medio Ambiente, pero recogiéndolos y fotografiándolos con toda la delicadeza posible (algunos lo requieren) son una muestra brutalmente sincera de cariño hacia objetos que, vistos de cerca, muestran una superficie llena de relatos del día a día, toda una metáfora de la resistencia y un testimonio de la transformación que sobre los materiales ejercen la naturaleza, el clima y el paso del tiempo. Paradójicamente, un esqueleto tirado en el campo da mala sensación, pero si lo encuentran dentro de una piedra, fosilizado, es un hallazgo para la antropología o la historia natural.

En cierta ocasión alguien criticó este trabajo en redes sociales diciendo que trabajar con basura era un atentado contra el Medio Ambiente sin darse cuenta de que, precisamente, el hecho de recogerlo y colocarlo en una sala de exposiciones era el reciclaje más digno que la basura podía tener. Si tú has pagado por adquirir una obra construida con basura, me atrevería a asegurar que esa pieza nunca más va a volver al contenedor. A veces confundimos los discursos.

21.06.2022
¿Dirías que la vulnerabilidad en tu obra es un espejo de tu propia fragilidad como viajero?
Sin duda. Yo no me puedo ver desde fuera cuando estoy de viaje, pero sí veo animales asustados cruzando carreteras y me siento plenamente identificado con ellos en muchas ocasiones. Cuando los veo muertos en el arcén, siempre pienso que podría ser yo quien terminase un día en su lugar. También he visto muchos accidentes con víctimas en la carretera, son cosas que me impresionan muchísimo, hasta el punto de dejarme tocado durante días. Alguno de esos accidentes lo tengo siempre muy presente en mi cabeza cuando estoy de viaje.
En el inicio de mi viaje iba caminando, con una mochila, y me veía como el ser más vulnerable del planeta cuando me pasaban al lado camiones de 20 o 30 toneladas a toda velocidad. En alguna ocasión me vi en situaciones peligrosas, pero siempre logré encontrar una vía de escape. Viajando en bicicleta eso no siempre es posible.
Soy plenamente consciente de que viajar en bicicleta es la forma más peligrosa de viajar si tenemos en cuenta el odio y la mala uva que transportan los coches dentro. Muchos de esos conductores serían capaces de pasarte por encima si no tuviesen que rendir cuentas por ello después. Lo harían de la misma forma que cuando un conejo se cruza en la carretera y ellos, simplemente, lo atropellan.
Pero no son sólo los accidentes de tráfico los que definen la vulnerabilidad, también un clima adverso, veranos asfixiantes o inviernos crudos, la lluvia, el viento, la sed. Muchas veces, no sabes cómo, sacas fuerzas de donde no las hay para llegar al destino y poder decir «otro día más he sobrevivido».

Arnedo, La Rioja. 2019
La vulnerabilidad en el viaje no es sólo inevitable, también es una elección consciente: decido estar expuesto a la intemperie, a las emociones y a lo que otros evitan. Es en esa exposición voluntaria donde encuentro la esencia del viaje y también en mi obra. Pero la vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad, sino una condición inherente al viaje y una forma de conexión con él. Es un tema central en mi viaje, tanto en lo experiencial como en mi trabajo posterior, y se manifiesta de múltiples maneras, muchas de ellas están profundamente conectadas con mi obra. Como ciclista, estoy expuesto a los elementos sin el caparazón protector de un coche ni los recursos de un viajero convencional, lo que me obliga a estar alerta siempre, a tener que estar escuchándome continuamente para no derrochar en ningún momento, pero también me conecta profundamente con mi entorno.
La carretera es una forma de verdad, un juego que no perdona errores, y cada día es un recordatorio que me dice que mi cuerpo y mi mente tienen límites. Cada vez que me detengo ante un animal muerto, o cuando recojo un objeto oxidado del arcén, me enfrento a un fragmento de la realidad. Con este acto de apertura permito que esas imágenes y las historias que cuentan me afecten. No soy un observador distante, sino parte del paisaje y de su narrativa, y eso implica una carga emocional.
Fotografiar la muerte es una aceptación de lo inevitable, una manera de procesar y de exponerlo como un reflejo de mi propia fragilidad frente al mundo. Creo que mostrar lo que otros consideran políticamente incorrecto es un acto valiente, pero también me expone al rechazo. Como dije al principio, mis elecciones artísticas suponen un gran riesgo, porque yo no persigo la aprobación fácil, sólo mostrar algo tan íntimo como mi verdad sabiendo que ésta puede no ser aceptada o entendida. La carretera es un espacio donde la vida y la muerte coexisten, y mi viaje es también una manera de navegar esa dualidad.
Viajar en bicicleta implica no tener el control total de lo que sucede, y cada día es una apuesta y un acicate.
Filosofía de la creación
¿Qué significa para ti crear arte a partir de lo desechado, ya sea basura o vidas perdidas en la carretera?
Para mí, recoger desechos con el objetivo de dignificarlos como objetos de valor es un acto de resistencia en dos aspectos. El primero, como un rescate: el objeto encontrado, que podría ser reciclado y despojado de su esencia, es extraído de un circuito en el que se use y se tire una y otra vez en un recorrido circular en el que sólo tiene significado como materia prima y como objeto contenedor sin importarle a nadie qué puede contar su superficie o su envejecimiento. Con esto quiero poner en valor la edad y lo que nos puede aportar en cuanto a experiencia, conocimiento y vivencias. Muchos de los objetos que recojo parece que han permanecido en el lugar donde los encontré, pero muchos otros han sido recogidos en ramblas, en canales u orillas de corrientes de agua, por lo que puedo suponer que han recorrido también el territorio de la misma forma que lo recorro yo. El deterioro de esos objetos cuenta historias de su viaje, y eso me interesa. Metafóricamente, son como las notas que voy tomando yo en mis cuadernos cuando estoy de viaje. De hecho, muchas veces reconozco los lugares por la basura que he recogido en ellos.
El segundo acto de resistencia consiste en subrayar la indiferencia por parte de los humanos hacia los objetos que ya no parecen útiles. Nuevamente, la cultura líquida del usar y tirar, imperante en la actualidad en casi todos los ámbitos, está destruyendo la humanidad con una hipocresía sobrecogedora: igual que se desechan los objetos, se desecha a las personas cuando ya no nos resultan útiles. Este utilitarismo se puede detectar tanto en el inicio de las relaciones con personas u objetos como en la ruptura de éstas. A mí, además, eso me parece hipócrita porque esas mismas personas están clamando por la solidaridad, la caridad y la misericordia hacia un prójimo abstracto.
¿Hasta qué punto crees que el arte debe reflejar la verdad, incluso cuando esa verdad puede resultar desagradable para el espectador?
Hablar de verdad es un tema complejo, y en el arte, que ha sido algo tan cambiante a lo largo del tiempo, más difícil aún. El arte contemporáneo no tiene nada que ver con el arte del Románico ni con el del Renacimiento, siempre persigue verdades diferentes. Hoy en día conviven muchas formas de entender el arte a la vez, algunas de ellas, incluso, contradictorias. Creo que la verdad es fragmentaria y depende siempre del observador, y yo no busco presentar una verdad universal, sino mi propia verdad, la unamuniana2 o la machadiana3. Lo que veo, lo que experimento y lo que siento en la carretera es mi Verdad, con mayúscula, pero sé que es una verdad parcial, totalmente íntima y muchas veces incómoda.
No creo que el arte tenga el deber de reflejar una verdad concreta y absoluta, no es un oráculo; pero sí el potencial de sacudir al espectador, de desafiarlo. Mis imágenes, especialmente las de animales muertos, no están pensadas para ser agradables, sino para invitar a una confrontación, no busco que gusten, sino que hagan reflexionar, y si esa verdad molesta, es porque toca algo que no queremos ver. Ahí creo que radica su fuerza, en que no es una verdad complaciente, sino la verdad del azar en la carretera, de las vidas truncadas y del progreso que no se detiene. Al final, mi verdad como artista es honrar, de todo corazón y con toda el alma, aquello que de otro modo pasaría desapercibido.
Sobre la relación con el espectador
¿Qué piensas sobre la incomodidad que generan tus imágenes en algunas personas? ¿Es la incomodidad un fin o un medio en tu obra?
El deber del arte, y del artista, no es proporcionar respuestas, sino proponer preguntas, dijo Anton Chejov; y tenía razón. La incomodidad no es algo que busque con mis fotografías, sino una consecuencia de mostrar lo que otros prefieren evitar. Es un medio para abrir un espacio de reflexión sobre algún asunto, una grieta en la percepción del espectador que le obliga a detenerse y mirar de nuevo. Tal vez sea una forma de deshacer la anestesia visual que genera la vida moderna, donde lo desagradable se oculta o se maquilla.
Hay artistas que pensamos que el arte debe ser incómodo. Por ejemplo, el arte como herramienta política no cabe duda de que tiene que ser incómodo, pero, como ejercicio intelectual, también debe ser inteligente e, incluso, cínico4 en el sentido filosófico del término. Cuando hablo de incomodidad no estoy hablando, en ningún caso, de herir sensibilidades, que también puede ocurrir porque hoy en día la gente se ofende con cualquir cosa y tienen la piel demasiado fina. Incómodo significa que te obliga a cuestionar, que te revuelve las tripas, y eso se puede hacer desde el ejercicio de las buenas formas. Lo que importa, para mí, es el mensaje.

31.07.2017
Consideras que las redes sociales distorsionan el sentido del viaje y el arte. ¿Crees que el público está preparado para confrontar una narrativa más honesta y menos idealizada?
No creo que sea una cuestión de estar preparado o no. Creo, más bien, que cada uno mira la verdad que le interesa y huye de la que no quiere ver, muchas veces negándolo … y negándola.
Pero no quiero culpar sólo a las redes sociales, sino también a los propios viajeros, por difundir sólo el aspecto glamuroso del viaje y convertirlo en un producto de consumo más para un público acostumbrado a consumir imágenes que confirman sus ideas preconcebidas pervirtiendo el significado del viaje. Se confunde continuamente el concepto de viaje con «hacer turismo». A la gente le gusta hacer turismo y distraerse, no cuestionar ni juzgar el entorno o a sí mismos. ¿Cómo va a gustarles viajar si cuando pierden la señal del teléfono les supone un drama?
Pero bueno, a ver, a mí ni siquiera me parece mal su postura —mentira, la detesto—. Si les gusta el turismo, que lo hagan; lo que me parece mal que a eso se le llame viajar.
¿Y cómo lo defines tú?
Físicamente, como la línea más larga entre dos puntos. Esta línea está llena de cosas, de momentos, de personas, de lugares, y hay que recorrerla metro a metro, no en un avión; para eso se precisa de mucho tiempo y dedicación. Filosóficamente, todo viaje que no es iniciático, no es viaje. Fíjate, en su origen, en 1841, el objeto de las agencias de viajes era sanar a dependientes del alcohol. Fue una idea de Thomas Cook, al que podríamos denominar como padre del turismo. Se pueden interpretar ciertos matices de camino iniciático en su idea. ¿Qué es ahora una agencia de viajes?
El concepto del viaje, igual que el de aventura y muchos otros, ha sido pervertido por el mercado. Irse de fin de semana a una casa rural y darse un paseo por un bosque, o subir una montaña, no es una aventura. Una aventura es algo de lo que ni siquiera sabes si vas a regresar.
Actualmente, el turismo es el culpable de la pérdida de autenticidad de la gran mayoría de lugares maravillosos que tiene el mundo, hasta el rincón más recóndito del planeta ha sido colonizado y devastado por el mercado; incluso, hay países que basan su economía en esa devastación y otros que, por el contrario, admiten muy mal el turismo.
Volvemos atrás: Cuando alguien rechaza tu obra, ¿lo interpretas como un fracaso de tu mensaje o como una resistencia natural hacia lo que desafía las normas.
Lo veo como una señal de que mi obra está haciendo su trabajo desafiando la comodidad y las normas establecidas. Lo tengo muy claro, no es un fracaso, sino una prueba de que estoy tocando fibras sensibles. Yo creo que no se debe hacer arte para agradar, sino para que, primero el artista y después el espectador, se pongan delante de algo que normalmente evitan. Así que ese posible rechazo es parte del proceso.
¿Entonces podemos decir que muchos artistas, como tú, vivís del rechazo?
A ver, a ver … Yo tengo series de imágenes que producen rechazo, pero tengo otras que también plantean preguntas de una forma no tan agresiva… Me gusta que el espectador se sienta confrontado, pero no pretendo vivir de su rechazo.
El rechazo, en el caso de trabajos como «The wrong side of heaven», es más una consecuencia que un objetivo. No hago mi obra con el objetivo de ser rechazado, sino para ser honesto, para mostrar algo que considero importante, aunque sé que mostrarlo es incómodo y políticamente incorrecto. El rechazo del espectador, o de las salas de exposición que se niegan a mostrarlo aunque les guste el proyecto, no es el fin en sí mismo —sería absurdo, un suicidio— sino una señal de que mi trabajo está tocando una verdad que el público tal vez no está listo para aceptar como concepto estético. Si el arte tradicionalmente «aceptable» busca complacer y vender, mi obra busca remover conciencias, cuestionar normas e incomodar. Y aunque esto pueda cerrarme algunas puertas, puede que abra otras. En un mundo donde las narrativas dominantes cada vez son más cuestionadas, existe un público y unas salas —tal vez pocas— que buscan precisamente aquello que desafía lo establecido.
Mi trabajo no será para todo el mundo, de acuerdo, pero para quienes lo entienden, podría ser importante. Por otro lado, tal vez mi camino no esté en el mercado masivo, sino en formar parte de algo donde la autenticidad y la valentía sean valoradas. Vivir con el rechazo, que es diferente que del rechazo o para el rechazo, es una manera de mantener la integridad de mi visión artística asumiendo los riesgos.
El tiempo y la narrativa del viaje
Tu obra parece estar profundamente vinculada con el tiempo: desde las líneas de tiempo en tus libros hasta el desgaste visible en los objetos que fotografías. ¿Cómo defines tu relación con el tiempo como artista y como viajero?
El tiempo es un concepto que me obsesiona desde hace muchos años. De una forma u otra, ese interés ha estado presente en mi vida siempre, cuando no ha sido compitiendo contra él ha sido estudiándolo y diseñando cómo voy a utilizarlo. Ahora, con 55 años, habiendo empezado la cuesta abajo de mi vida, me doy cuenta de lo rápido que pasa. Cuando echo la vista atrás y me doy cuenta de que salí de viaje por primera vez hace 17 años y parece que fue ayer…

15.05.2018
Más que el tiempo en sí mismo, ahora me ocupo en buscar y analizar cómo se manifiesta en los objetos que encuentro, cómo deja sus marcas y cómo puedo interpretarlas. Esto me ha llevado a hacer un arte, creo, con una fuerte carga existencialista que habla de todo lo que se pierde sin que nosotros podamos hacer nada. Nuestro tiempo de vida es realmente insignificante comparado con la edad del cosmos, tampoco significa nada comparado con la edad de un desierto. Hablamos con cierta frivolidad de la edad de las pirámides de Egipto sin darnos cuenta real de todo lo que han visto esas construcciones y de que han hecho perdurar la memoria de los faraones varios miles de años.
Por otro lado, el tiempo actual se mide en fracciones de segundo a menudo incomprensibles, un procesador resuelve sus cálculos en fracciones infinitesimales de un segundo y te envía la respuesta a tu pregunta antes siquiera de que tú estés preparado para leerla; y su resultado afecta casi inmediatamente a nuestras vidas. Sin embargo, el desgaste de un material expuesto a la intemperie es larguísimo, los metales son reabsorbidos por la naturaleza en cuestión de siglos, una viga de hierro puede tardar entre dos y cinco siglos en ser reabsorbida; y otros materiales, como el plástico, muchísimo más. Se estima que una botella de plástico enterrada puede tardar hasta 1.000 años en degradarse5, y las ruedas de coche, unos 4.000 años, una botella de cristal se estima que necesita alrededor de ¡un millón de años!6 para volver a formar parte de la naturaleza. ¿Qué significan 80 o 90 años frente a eso?
Cada vez que veo una botella de cristal tirada en un arcén pienso en cuántas generaciones tendrán que pasar para que un día se deje de ver.
¿Piensas en el viaje como un relato que debe tener un principio y un fin, o lo concibes como un flujo continuo?
Para mí, el viaje puede tener dos tipologías: el primero es el viaje circular, que parte de un lugar y vuelve a él. Es el viaje del nómada, que «siempre termina volviendo al lugar que le vio nacer»7. Y en segundo lugar, el viaje lineal, que dura, al menos, lo que dura la vida. Si consideramos que la vida es un viaje, tiene un principio (el nacimiento) y un final incierto que podría ser la muerte.
En la mitología existen continuas referencias al viaje, desde los 40 años que estuvieron los judíos caminando por el desierto, hasta el errabundeo infinito de Caín después de matar a Abel, el viaje a Ítaca, la odisea de 20 años de Ulises, las peregrinaciones de los tibetanos y, como éstos, muchísimos otros más. Por diferentes motivos, unos más honorables que otros, el viaje y el movimiento siempre están presentes en la historia de la humanidad.
En mi caso concreto, ahora mismo estoy en un momento en el que me planteo cuándo va a terminar el mío, si quiero que termine o si no es conveniente que lo haga aún. Yo supongo que, mientras mi obra gire en torno al concepto del viaje e incluya el viajar como parte del proceso, contnuaré en la carretera, que es lo que alimenta ahora mismo mi alma. El día que definitivamente crea que tengo que parar es cuando empezaré a escribir el verdadero relato de mis experiencias de viaje y, como dije en otra charla, cuando escriba la palabra «fin», todo deberá terminar. Cómo, cuándo y dónde aún es una incógnita hasta para mí.
¿Cómo conectas tus vivencias cotidianas con las grandes preguntas existenciales que aborda tu obra?
Precisamente mis vivencias cotidianas son las que me sugieren esas grandes preguntas, pero, seguramente, si no estuviera viajando, algún otro hecho haría que también me las formulase. Supongo que para una mente que va más allá de vivir el día a día y que dedica tiempo a encontrar un significado para todo lo que hace, las preguntas aparecen en un momento u otro. A mí me parece natural preguntarse por la realidad que uno vive y por la necesidad de trascender.
El futuro del viaje y la creación
Has mencionado antes de empezar que estás trabajando en libros y otros proyectos. ¿Cómo visualizas el futuro de tu obra? ¿Hacia dónde quieres llevar tu narrativa como artista y viajero?
Mis libros son una primera forma, muy inmediata, de cristalizar lo efímero del viaje, pero no los considero como la manera de transmitir la experiencia completa del viaje, lo sensorial, lo emocional y lo filosófico. El formato de libro me permite entrelazar texto e imágenes para escribir un relato, pero considero que no es suficiente, que no tiene toda la poética que yo le quiero dar. Probablemente mi escultura tiene más poder evocativo que mi fotografía, expresa de una forma más tangible la versión que yo he creado del viaje.
¿Cómo encaja tu obra en un mundo donde las expectativas culturales tienden a censurar lo incómodo o lo políticamente incorrecto?
Mi trabajo desafía esas expectativas, desde luego; mi arte no es, como he dicho varias veces, complaciente, y la función que yo he diseñado para él es abrir espacios para lo que se considera tabú o algo incómodo. En cualquier caso, lo que no quiero es traicionar mi visión.
Soy consciente de que cada día es más complicado encajar parte de mi obra, la que más me interesa a mí, en una sociedad con tanta ideología y una moral tan líquida gobernando la vida. Pero también creo que se puede transmitir un discurso sin imponerle a nadie una forma de pensar y sin intención de herir los sentimientos de nadie. Afortunadamente, pienso que el panorama cultural, aunque muy empobrecido, sigue ofreciendo visiones alternativas que puedan satisfacer a todo el mundo.
Si el viaje es un continuo, ¿cómo crees que terminará para ti? ¿Crees que algún día dejarás de viajar, o siempre será parte de tu identidad?
Tal vez el viaje nunca termine, incluso si un día decido asentarme, porque se habrá convertido en una parte inseparable de cómo veo el mundo. Ten en cuenta que el viaje no es sólo un movimiento físico, sino también una forma de pensar, una manera de estar en el mundo. En última instancia, no veo el final del viaje como una renuncia, sino como una transición hacia algo nuevo. Sé de qué punto partí, sé cómo me autopercibía y lo que me impulsó a empezar el viaje, pero el azar es el que, probablemente, me mostrará el cartel de fin del viaje en algún momento. Mi trabajo artístico actual es una consecuencia del viaje, si no hubiese estado viajando, mi producción artística habría ido hacia otro lado, defendería otros discursos y otra construcción de mí mismo.
Creo que te entiendo, y creo que tu reflexión conecta con la esencia del viaje: una experiencia abierta en la que el azar, más que lo planeado, guía el rumbo. Tu capacidad de adaptarte y transformar cada encuentro, cada objeto y cada imagen en parte de tu discurso artístico habla de una relación íntima entre el movimiento y la creación. Ese cartel de «fin del viaje», como acertadamente dices, llegará cuando tenga que llegar, y mientras tanto, sigues explorando no sólo el mundo exterior, sino también tu propia construcción como artista y ser humano. Si decides detenerte algún día, ¿qué crees que permanecerá de estos 17 años de viaje en tu vida y en tu obra?
Tal vez permanezca la sensibilidad para encontrar belleza en lo descartado, la capacidad de observar con atención, la narrativa del movimiento como metáfora de la vida. No lo sé realmente, no lo puedo predecir con seguridad, pero el impacto de esta etapa seguramente se verá reflejado en todo lo que haga en adelante, estoy completamente seguro.
El viaje también es un proceso de aceptar las cicatrices, tanto físicas como emocionales, que forman mi historia. Lo externo ha sido el escenario; lo interno, la trama que se escribe a cada paso. Ése es el estado mental del viajero, esa disposición a explorar y transformar lo vivido, y permanecerá, supongo, después de que las ruedas dejen de girar. Mi Ítaca no es un lugar fijo, sino el constante descubrimiento de esas conexiones que el tiempo y la experiencia desvelen.
Para finalizar: ¿Qué papel juegan tus libros en tu visión del futuro, son una manera de cerrar ciclos o de perpetuar el viaje?
Me planteo los libros como una forma de recordar cuando pierda la memoria, como álbumes de recuerdos. La memoria es muy importante para mí, me obsesiona la idea de perderla y de perder las referencias en la vida por culpa de enfermedades como el Alzheimer o las demencias, así que son una forma de preservar mi memoria y, en cierta medida, de protegerla; son el hilo que conecta todo lo que he vivido, sentido y creado como cápsulas del tiempo, fragmentos que quedarán cuando mi mente, quizás, ya no sea capaz de sostenerlos. En ese momento, los libros serán un refugio para mis experiencias fijadas en algo tangible que resista el paso del tiempo. Yo diría que, al crearlos, no sólo comparto mi obra con los demás, sino que también construyo una especie de legado para mí mismo, como un mapa para recordar quién fui y qué me impulsó a crear.
- La impermanencia es la cualidad de todo lo que cambia, se transforma y desaparece con el tiempo. Es un concepto central en muchas tradiciones filosóficas y espirituales donde se reconoce que nada es fijo ni permanente, desde los pensamientos hasta las montañas.
En un sentido más amplio, la impermanencia es el recordatorio de que todo lo que existe está en un flujo constante: la vida, las emociones, las estructuras sociales, incluso las ideas. Puede ser fuente de angustia para quien busca aferrarse a lo efímero, sin embargo también puede ser liberadora desde el momento que se puede aceptar que el cambio es la única constante. - «Y bien, en resumen, ¿qué es verdad? Verdad es lo que se cree de todo corazón y con toda el alma. ¿Y qué es creer algo de todo corazón y con toda el alma? Obrar conforme a ello.» (Miguel de Unamuno)
- «¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.» (Antonio Machado a Ortega y Gasset en «Proverbios y cantares»).
- En otra conversación hablamos sobre el cinismo filosófico.
- https://biobilbao.bilbao.eus/cuanto-tarda-en-descomponerse-lo-que-consumes
- https://www.rts.com/es/blog/how-long-does-it-take-for-common-materials-to-decompose/
- AG ASSARID, Moussa, En el desierto no hay atascos. Editorial Sirpus, Barcelona, 2009.