«Omnia mea mecum porto», la frase que reza en la matrícula de mi bicicleta, explica mi vida desde que me echase a la carretera. No soy yo de sentencias facilonas ni de frases lapidarias, ni busco en ella inspiración, sólo la acomodé hace muchos años en mi equipaje como filosofía de vida.
A lo largo de todos estos años he ido desprendiéndome de todo lo material, aprendiendo a vivir cargando con lo justo y olvidándome de la comodidad. Ahora abrazo la vida más espartana. Sin embargo, desprenderme de lo inmaterial forzando una amnesia selectiva que me permita borrar de la memoria ciertas experiencias, personas o lugares del pasado, por ahora, me resulta imposible.
