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Ítaca no existe

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

—Constantino Cavafis

Tengo la intuición de estar llegando al final del camino. No podría explicar las razones aunque la salud, por encima del hartazgo, despunta entre otras como la economía, que es más fácil de soslayar. La salud lleva algunos años impidiéndome desempeñar mi trabajo con comodidad aunque me resulta fácil ignorar mis dolores y limitaciones o adaptar mi forma de hacer a los límites que una enfermedad crónica, la maldita autoinmune, o una espalda lesionada me tratan de imponer, tardo varios minutos en ponerme derecho cada mañana y cuando me apeo de la bicicleta pero no me importa, aunque encorvado, continúo adelante; los dolores en mis cicatrices me impiden sentarme cómodamente en el asiento de mi bicicleta y, otras veces, las excesivas horas de pedaleo o la posición que adopto sobre la bici suponen un excesivo rozamiento, entonces mi piel se irrita, se inflama, sangra o supura.

Soy plenamente consciente de que el trabajo no está aún terminado, de que resta algo más de dos años y medio para terminar la fase de trabajo de campo y que después quedan muchos meses de trabajo en el ordenador, encerrado, sin salir de la cueva y confiando —claro— que a lo largo de ese camino que falta por recorrer, no aparezcan cruces que me seduzcan y quiera conocer.

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Entre Lastanosa y Molino de Villobas (Huesca)
Verano de 2023

Recorriendo este otoño a base de raciones muy pequeñas. Sólo esta última semana el campo ha olido a hojas caídas y a humedad y a frío; pedaleo muy lento por una carretera, observando campos baldíos a mi derecha y bandos de pájaros negros chillando y casi rozando el suelo con el pecho. Me detengo en el arcén para fotografiar la melancolía de las nubes en el horizonte oscuro y amenazante, y continúo mi camino sin revisar el resultado. Pienso en lo mucho que he perdido en estos años de viaje, en cómo el odio ha ocupado una parte del espacio que debía estar lleno de experiencias diferentes.

Sólo un turista, un viajero vacacional, podría pensar así y yo no lo soy. En la vida de un viajero vacacional hay unos días de desconexión de la realidad en los que gasta su dinero y arrastra su maleta, siguiendo una fila, una guía y tomando fotos como testimonio; la vida de un viajero vocacional, sin embargo, se desarrolla en la realidad del arcén, donde vive días dulces y otros amargos, la satisfacción, la sorpresa y la tristeza, testimonios de conexión con la existencia, son piezas que construyen la verdad y su verdad. La montaña rusa de la vida dibuja su subeybaja en el asfalto y, cada equis tiempo, asoma la cabeza y da señales de vida para quien pueda estar interesado.

Me encantaría pasar toda la vida viajando si pudiera tener otra vida entera para quedarme en casa y, aunque el futuro no lo puedo asegurar, hoy Ítaca no existe. Ahora tengo que pensar en cómo voy a escribir mi historia para quien quiera acompañarme, ese libro único y fuera de molde en el que relatar la razón de ser de aquella decisión que tomé a finales de 2007. Hasta que ese libro no esté publicado mi viaje no habrá terminado y, como viajar sólo es glamuroso en retrospectiva, contado con un café o una cerveza delante y ante quien gusta de escuchar historias, la segunda parte de éste la viviré cuando me siente delante del ordenador, cuando retoque fotografías, cuando maquete, cuando enseñe resultados provisionales y discuta, cuando decida cómo fue lo que ocurrió o lo que nunca dejé de imaginar. Cuando todo eso sea un hecho, me daré cuenta de que este viaje ha terminado y entonces podré descansar tranquilo. Mientras tanto es importante, urgente más bien, aprender el disfrute de la soledad del escribir y centrarme en volcar sobre el teclado hasta el último átomo de mi ser para asegurar la experiencia del viaje.

La experiencia del viaje … Viajar, el oficio del solitario, nadie comparte las horas en el arcén ni tu campamento en medio de la nada, nadie te consuela cuando aceptas cortar lazos con todo y con todos para dedicárselo todo a tu proyecto vital. Y cuando llegue a Ítaca, si es que ésta existiera, todo seguirá igual, no espero cambios; en tal caso seré yo, viajero, quien será diferente.

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