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De don Ernesto y la escritura

Escritura diurna es aquélla en la que el autor, aún en el escenario de la realidad exterior a él o inmerso en la invención fantástica, expresa una percepción del mundo que comparte personalmente. Habla de sus sentimientos y valores, combate su buena batalla por aquello en lo que cree y contra lo que considera el mal.

La escritura diurna pretende entender el mundo, explicarse sus fenómenos, situar los destinos individuales en el contexto de la totalidad de lo real y su significado. Quiere dar sentido a las cosas ubicando cada experiencia vivida dentro de la totalidad que la contiene, quiere comprender.

La escritura nocturna, en cambio, se carea con las verdades más perturbadoras que uno no se atreve a confesar abiertamente. Muchas veces ni siquiera somos conscientes de ellas e, incluso, manifestamos abiertamente que las detestamos.

Es una escritura asombrosa porque nos muestra lo que nunca aceptamos que somos o sentimos cuando eludimos el control de la conciencia, cuyo límite podríamos transgredir en cualquier momento; es sumergirse en un mundo tenebroso y tropezarse frente a frente con el monstruo terrible de una vida salvajemente ajena a valores morales de bien, mal, justicia, piedad. Otras veces es un encuentro enajenador y creativo con un sosia o una componente desconocida de uno mismo hablando con otra voz¹.

Imagen

En el cerro Parapa, 2008.

Las historias recogidas en el camino vuelven a inventarse y a narrarse convirtiéndose en la historia de un personaje en su mayor parte imaginario, no pertenecen ya a aquel viaje, tienen otra medida, otro tiempo mixto y compuesto, el de la literatura, que no coincide con el de la gramática ni con el de la Historia.
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1. El texto original es de Ernesto Sábato, alguna adaptación es mia.

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Publicado en Notas