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Queda escrito

Esto podría convertirme en rehén de mis palabras, ya lo sé.

Todo es mucho más complejo de lo que pueda contar, y nadie termina de entenderlo bien excepto Dean, el puto yonqui, el único que escucha con la antena adecuada y asiente cuando le hablo de un viaje interminable compuesto por un número indeterminado de etapas, cada una con espíritu y cometido diferente. Pero no siempre fue así, llegué a esa conclusión cuando ya llevaba ocho años escribiendo un guión sin título. Tomé conciencia cuando tuve el tiempo para hilvanar algunos momentos, y fue gracias a un par de cirugías y a mi penúltima pérdida.

Mi viaje en espiral está girando hacia adentro desde el principio para un día explotar y ponerlo todo perdido. Desde entonces reparto entradas para asistir al evento. Como dije un día a una compañera del todo infiel: «para salir de esta cárcel que es la vida, y que no quiero, sería necesario desplazarme a alguno de los mil lugares que he conocido y en los que no me localizaría ni Dios. Allí me volaría la cabeza frente al sublime espectáculo de un amanecer de invierno para no ver a mi jardín abrasarse. Si tú sabes convivir con esa sensación, yo no.» Ella no tenía jardín, así que no la necesitaba a mi lado. Recibí mi patada en el culo y me dediqué a otra cosa.

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Me han tirado a la cara, casi siempre con cierto desprecio, que he vivido trece años en un mundo irreal. Como si mis decisiones hubiesen repercutido en sus vidas de algún modo que jamás me dijeron. Todos equivocados: ha sido, y es, real. Es real porque lo he vivido, porque mis piernas atestiguan cada kilómetro recorrido, porque después de haberlo vivido me doy cuenta de mi interés por esa forma de vida y no por otra, porque acelera el ritmo de mis latidos el recordar algún momento del pasado y porque, cuando tomo conciencia de que en este viaje me he dejado, como en la canción, salud, dinero y amor, sé que de metáfora no tiene nada.

Mi cuerpo se resiente en todas las posiciones, me duelen las articulaciones y mi espalda no aguanta el ritmo de la vida diaria. Soy enfermo crónico, algo que no tiene su origen en mi viaje pero que he sufrido y agravado con él; la medicación me obligará a abandonar más temprano que tarde, y eso me provoca un estado de ánimo que no me gusta, pero no encuentro alternativa a seguir apostándome la vida en la carretera en una jodida carrera contra el reloj que también es real. Me he arruinado ya dos veces, y estoy inmerso en una tercera crisis, esta vez con menos recursos que nunca y con una sensación de desamparo que sólo genera en mí odio. Odio real, claro.

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El amor … ya ni creo en eso. Perdí lo que más quería y juré que sería la última. Algo ha aparecido a lo largo del viaje, cierto, pero ya no quiero que nadie me acompañe, he aprendido a vivir solo y ahora no sabría hacerlo de otra manera. Además, esta etapa final se hace a solas. Me repele la idea de pertenencia a un grupo, nunca me he sentido cómodo dentro de ninguno, no siento la manada, la tribu, el equipo o como lo quieran llamar, porque cualquiera de las opciones hipoteca mi libertad. Tú y yo no queremos lo mismo, tú sigue tu camino, que yo sigo el mio y los dos tan contentos.

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A pesar de todo continúo en pie, tambaleándome, pero en pie, le joda a quien le joda. Continúo alimentándome de kilómetros, experiencias y mierda con la que documento mis pasos para, algún día, cuando sepa qué quiero contar, vomitarlo con mis propias palabras. No hay prisa, si es un libro o un audiovisual no pensaré en amortizar las horas que me lleve hacerlo; si es una exposición, volveré a sentir que otro se está beneficiando con mi trabajo más que yo. Así que, si un día me decido y lo hago, lo haré por mí, no haré caso a consejos, ofrecimientos ni ánimos, lo haré con mi dinero y lo distribuiré sólo a quien yo crea que lo sabe valorar, sin otra pretensión.

Después —¿quién sabe?— es posible que me lance a encontrar mi amanecer. La cuestión será, en ese momento, si lo haré público o en silencio. ¿Qué te jodería más?

Sólo pido, y no se a quién, una puta placa en algún sitio que deje bien claro que estaba hasta los huevos de aguantar y que por eso me revolví contra todo.

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Publicado en Notas