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Tiempo pasado, tiempo mejor

Recuerdo cuando me sentaba a escribir y las palabras me salían solas, cuando después de un par de horas podía leer en la pantalla un poema lleno de retales cosidos y saltaba de la silla al estudio para pelearme contra un lienzo hasta que, exhausto, me reconciliaba con algo que me llevaba escociendo mucho tiempo. Eran preguntas sencillas o yo estaba más lúcido, ya no lo puedo recordar.

Poco a poco he ido secándome, no sé si por culpa del sol del desierto en el que me paso media vida o por qué otra razón pero, ahora, cuando me siento delante de la pantalla, puedo pasarme horas intentando adivinar qué demonios quiero contar y alguna otra más escribiendo, corrigiendo y recortando para al final terminar borrando. Si no lo borro, cuando lo leo, siempre pienso que es un asco, cierro el programa y apago el ordenador queriendo no saber nada de él.

Últimamente me siento extraño. No es culpa del virus ni de la cuarentena. En realidad me siento extrañamente tranquilo mientras voy viendo día a día cómo todo se está yendo a la mierda sin que yo pueda hacer gran cosa. A veces pienso si estoy tocando fondo en esa parte de mi proceso creativo en el que voy haciéndome daño hasta que ya ni me apetece levantarme. Pienso y me pregunto si me siento a punto para hacer algo, pero no consigo responder, y eso me inquieta, porque no puedo estar mucho más tiempo así. Supongo que cualquier día me levantaré con más mala leche que nunca, mandaré todo a paseo y me atrincheraré en mi posición protegiéndola contra todo y todos; pero, hasta ese momento, la existencia es una dolorosa incógnita.

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Publicado en Notas