"La puerta se cierra tras de mí y, de pronto, me encuentro frente al todo del mundo que otros han creado, frente a realidades donde las reglas no son mías y nada responde a la comodidad de mi casa ni al orden que he decidido imponer. Cerrar la puerta no es un acto trivial, es un gesto de separación, un punto de partida. Lo que queda atrás sigue su curso, intacto y silencioso, mientras yo me adentro en el territorio de la incertidumbre.

Nunca atravieso una puerta cerrada, no entro en la intimidad de otros; la puerta cerrada ajena es un código que respeto, un límite de la realidad que no necesito traspasar. Sólo pienso en ella, la observo, la imagino, y en esa imaginación se abre un universo de posibilidades: vidas que se esconden, historias que no conoceré, secretos que permanecen. Es un código deontológico del viajero explorador: exploro ideas, no cuerpos ni espacios físicos. Cada paso fuera de mi zona de confort es un acto de descubrimiento, pero también de respeto y de conciencia de lo que pertenece a otros y de lo que sólo me pertenece a mí.

Cada puerta que dejo atrás es un umbral que se cierra, un adiós que marca el tránsito. Cada puerta que contemplo es un misterio que me recuerda que la vida se despliega en capas que no siempre puedo tocar. Y en ese espacio de incertidumbre, entre lo que se deja atrás y lo que se encuentra, nace la verdadera exploración de la mente, la memoria y la mirada. Cada viaje, en esencia, comienza con ese gesto silencioso de cerrar una puerta, mirar hacia adelante y adentrarse en lo desconocido sin violentar lo que permanece."

Diario de derivas

Huesca, 2016