El 17 de mayo de 2018 a las 10 AM quedó grabado en mi memoria como el peor episodio del viaje. Mientras arreglaba un pinchazo en el arcén, Celestino, un hombre de 72 años que circulaba por el arcén de la N-630 y no me había visto, impactó contra mi cadera con su bicicleta. Quedó tendido en medio del asfalto, inmóvil. Corrí hacia él y quedé helado al ver su casco destrozado en la carretera.
Al día siguiente fui a visitarle al hospital. Tenía cinco costillas, el hombro y una muñeca rotos, pero estaba vivo, ese casco le había salvado la vida y, por eso, aunque le dolía todo el cuerpo, pudo sonreir. Sonrió él y yo también.
Al día siguiente fui a visitarle al hospital. Tenía cinco costillas, el hombro y una muñeca rotos, pero estaba vivo, ese casco le había salvado la vida y, por eso, aunque le dolía todo el cuerpo, pudo sonreir. Sonrió él y yo también.
Con la colaboración de




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