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Viaje terapéutico

Otra vez una escapada del estado de tedio que me estaba asolando. La culpa, si acaso, era necesaria colgársela a alguien o a algo, no la tuvo la lluvia que encontré en Madrid. Las mismas nubes, los charcos grasientos en los que sumerjo los pies ya empapados, el suelo sucio.

Mi ciudad me recibe engalanada con su mejor porquería. Madrid está hecho una mierda. ¡Joder, cómo lo tenéis!

Igual que mi estado, ahogado en el caos que navego con soltura hasta cuando vivo lejos. Sobrevivo una vez más, pero me han faltado cosas: paseo por el Retiro y los barrios que habité. Me detengo y escojo por qué puerta entro y cómo y cuándo salgo.

A la altura del parque el autobús se detiene, sube una jovencita y se acomoda delante de mí mostrándome un magnífico culo que me introduce en otro estado de ensoñación. Esto es Madrid, me cuesta tanto estar sin ti.

El tiempo pasa, el autobús recorre calles, continúo en movimiento, vivo, salto de bache en bache. Esto es Madrid, lo quiero así y, a pesar de todo, no me quiero ir de aquí.

Pasadas unas cuantas paradas el autobús vuelve a vaciarse. Conde de Peñalver, fin de trayecto. Aunque llueve más sigue habiendo mucha vida en las aceras y yo aún sigo sintiéndome parte de ello.

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Publicado en Notas