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¡Cuentakilómetros a cero!

Un viaje, quizá el último, a la medida y sin reflexionar. De concentración en concentración y, después, a ver las construcciones decadentes de un paraíso que se desvanece. Los arcenes, que lo saben todo, se despiden a mi paso.

Extraña situación, la segunda tirada ha fracasado también. Dí un mortal y caí en la casilla de salida de nuevo. Ahora intento no volverme loco.

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18 de marzo de 2019 en Erla.

Tengo que preparar bien la tercera, soy consciente de su aletoriedad. Viviendo este viaje desde una perspectiva diferente. Nunca me había pasado estar de viaje y a la vez en casa, en el Punto Cero, pegado a la estufa, esperando una vez más. Menos mal que tuve doce años para aprender la paciencia.

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19 de marzo de 2019 en Gurrea.

Estaba intentando recuperarme de los dispendios en las primeras jornadas, que eran necesarios y me ahorré un pastón gracias a Boro, que resucitó mi teléfono móvil en Logroño. Salvé los muebles en la primera avería por unos once euros para un billete de ida y vuelta. La culpable fue una tuerca. Después inicié mi peregrinación hacia el primer encuentro sin tener en cuenta sus consecuencias.

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23 de marzo de 2019 en Sena.

El cuentakilómetros acerca de uno en uno hasta el cero. La cruz en rojo se estableció, por algo, en Sariñena y lo acepté sin preguntarme gran cosa. La respuesta aparecerá en cualquier momento detrás de cualquier esquina.

Hace calor, ni una sola nube en el cielo. Me siento fuerte en mis convicciones y mis seguidores en redes sociales me animan desde sus asientos. Yo pedaleo a buen ritmo por la planicie sintiendo el viento en la cara. ¿Qué puede fallar?

A ambos lados de la carretera los aspersores riegan lo sembrado y otros la carretera y a mí. Intento no coincidir con las ráfagas que me lanzan como sincronizadas. Esquivo la mayoría.

Continúo: Sena, Villanueva de Sigena…

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23 de marzo de 2019 en Villanueva de Sigena.

Al final desfalleció ella. Mientras buscábamos un lugar para descansar lejos del ruido de la gente y la carretera, se quejó por última vez. Después ya no se podía mover. Yo la apoyé en un muro y concluí que oncemil habían sido pocos kilómetros. De satisfacción absoluta, vale, pero pocos.

¿Y ahora qué? Tengo que salir a toda leche de aquí, buscar la cura menos dolorosa para mi bolsillo y volver a tirar los dados.

Publicado en iberica 2019