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Desgaste

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Árbol rojo
Buerba (Huesca), 2009

Después de aquélla de Ainielle tardé mucho en volver a la montaña porque su historia se enredaba en la mia y me dispersaba. A la vuelta de dos años, incluso, le tenía un cierto miedo. Era como sentirme viejo, enseguida me asaltaba el vértigo y no soportaba mirar hacia abajo ni los lugares estrechos. Me propusieron volver a escalar para recuperar confianza, pero yo no acepté el reto ni siquiera como terapia. Lo cierto es que me siento satisfecho con tal que ella esté allí para poder fotografiarla, dibujarla o, simplemente, contemplarla. He dejado de plantearme el fuera de pista porque ya no sé moverme sin todo lo mio. Podría decirse que he cambiado.
 

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Sin embargo, más adelante me dejé convencer por última vez. Convinimos en llamar a aquella semana la Ruta Zen, yo por la imagen del primer día, él tendría sus razones. Nunca había sentido una montaña como aquella vez y la retraté preciosa en la última tarde de caminata para tener un magnífico recuerdo de tan elevado momento. Corrí ladera abajo y llegué hasta el árbol que se asomaba al precipicio. Él observaba desde el camino mientras yo me despedía. Pocas veces tenía la oportunidad de toparme yo con una belleza tan sobrecogedora recorriendo arcenes, que es a lo que me dedicaba desde hacía ya algún tiempo.

Hoy mis rodillas me advierten que ni se me ocurra volver.
 

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Entre Cuello Arenas y Nerín
Pirineo aragonés. Otoño 2007
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Publicado en Donde habita el silencio

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