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Página 206

En el despoblado las casas se avalanzaron unas sobre otras a mi paso, me observaron calladas desde la profundidad del negro opaco de sus ojos a la vez que yo las escrutaba a través del objetivo de mi cámara. Una víbora obesa me vigila desde el margen de la pista, moviéndose a mi paso para esconderse trepando por el terraplén cubierto de ortigas, gorjeos y cricrís.

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El murmullo del arroyo serpentea limpio entre las piedras. Aviso de cancerbero.

El viento marca las pausas, los edificios permanecen callados. Nos alejamos con el pesar de no haber podido escuchar el eco de mis pasos en sus callejuelas.

Un sol en lo más alto amenaza con caer a plomo sobre quien le desafíe, las chicharras sierran el ambiente, pinares plantados en líneas paralelas sustituyen a la memoria de centenarios robledales que durante siglos dieron de comer a mucha gente y al fuego, protagonista único de su fiesta más ancestral.

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Publicado en Alcarama