En cualquier época del año se me podía encontrar recorriendo aquellos caminos, que conocía como los recovecos de mi propia habitación. Igual daba que estuviese lloviendo o cayendo un sol de justicia, ahí estábamos yo y mi bicicleta, dispuestos a llegar donde se nos antojase sin reloj, agua ni comida. Una temeridad más de adolescente sumergido en su propia espiral de aventura sobre dos ruedas que sólo terminaba cuando, ya anochecido, regresaba a casa. Después tocaba aguantar la bronca o un castigo. Lo único importante era haber terminado mi excursión.
Sentado en la silla preparo un cigarro. A mi lado, Javi comenta la cantidad de caminos que recorren la comarca. Hablamos de plantas y setas y de sus valores medicinales. Me explica de dónde se obtienen principios activos y lo fácil que es encontrarlos escarbando, asegura que nunca más tendría que comprar una aspirina sólo teniendo cierta raíz en mi poder, me aconseja una planta medicinal y, seguidamente, me regala una bolsa repleta de aquellas hojas duras explicándome cómo prepararlas en infusión. Jamás había utilizado la Naturaleza de ese modo y tomé nota de las cuatro puntualizaciones, para que no se me olvidase nada.
— Este sitio tiene muchas más salidas que ésta…